En este verano he estado leyendo diversos textos sobre la pandemia y me ha llamado la atención mucho lo relacionado con la pérdida del olfato y la importancia del mismo en la vida cotidiana, en aspectos que muchas veces pasamos por alto y son importantes.
Estamos acostumbrados a escuchar que el “sentido común” es el menos común de todos los sentidos, pero el “sentido del olfato” es, al menos para mí, el más desconocido y al que menos importancia le concedemos. Eso es lo que muchos pensábamos hasta que ha llegado la pandemia, que ha motivado que nos diéramos cuenta de su gran relevancia.
Tanto es así que el 90 % de las personas que han pasado el coronavirus han padecido anosmia (pérdida del olfato) y, aunque la mayoría lo han recuperado, todavía el 20 % de ese porcentaje no lo ha conseguido totalmente.
El olfato ligado a las emociones
El olfato es el único sentido que está en contacto directo con lo que se llama el cerebro emocional. Además, mientras que otros sentidos (vista u oído) tienen que pasar por un filtro dentro del cerebro antes de llegar a su destino, el olfato no tiene ningún filtro, por eso es el más irracional.
De ahí que sea crucial en el proceso de enamoramiento porque las feromonas, hormonas relacionadas con el placer y la atracción, se detectan fácilmente por la nariz. Cuando estamos expuestos al olor de nuestra pareja, disminuyen los niveles de cortisol (hormonas del estrés).
Cada uno de nosotros tenemos un olor propio y único, al igual que tenemos una huella dactilar. Cada persona huele de una manera distinta a excepción de los gemelos idénticos. Es decir, por mucho que te perfumes, “tu olor, es tu olor”.
También es verdad que no disponemos de muchas palabras para definir los olores. No nos han enseñado a oler y por eso nos cuesta verbalizarlos. Un olor nos transmite un recuerdo pero no definimos el olor en sí de lo que estamos oliendo: “Huele a hierba”. Cada casa tiene igualmente un olor característico. Nosotros no olemos (estamos acostumbrados) nuestra casa, pero sí la de los demás.
Medir la capacidad de oler
De este modo, todo huele: las personas, nuestra casa, el agua…;huele todo lo que tiene moléculas químicas, pero a veces los humanos no somos capaces de detectarlos, mientras que algunos animales, con más receptores, sí lo pueden olfatear. Los elefantes son los que más receptores olfativos tienen y pueden oler a grandes distancias.
A lo largo de la vida vamos perdiendo agudeza de todos los sentidos, pero cuando esto sucede de manera brusca lo normal es que se asocie a alguna enfermedad (COVID, Alzheimer o Parkinson).
El problema es que nadie nos mide la intensidad del olfato al igual que nos calibran, por ejemplo, la agudeza visual. Probablemente si nos la midieran se detectarían a tiempo alguna de estas enfermedades. De cualquier manera, es positivo recordar que con la ayuda de técnicas de reducción olfativa se puede recuperar el sentido del olfato, con mucho entrenamiento.
Los científicos han comprobado que, para apreciar a lo que sabe un alimento, tenemos que utilizar en un 80 % el olfato y en un 20 % las papilas gustativas. “No quiero imaginarme un catador de vino o de aceite sin este sentido”.
En suma, el olfato, como hemos visto, interviene, y mucho, en la toma de decisiones a la hora de escoger la pareja, en el momento de la elección de la comida y el sitio que visitamos, además de la detección de enfermedades. Probablemente, también influye en alguna de las elecciones que hacemos en la vida laboral, quizás de manera más inconsciente.
¡¡Que seáis buenos!!
Gran artículo, Tomás; siempre has tenido y tienes buen olfato.