La Generalitat de Cataluña, ha aprobado un Decret que da forma a la nueva estructura del Departamento de la Vicepresidencia y Políticas Digitales y Territorio. El objetivo es impulsar tres ámbitos estratégicos: la descarbonización de la movilidad, la conectividad física y digital, y la vertebración territorial del país. Entre otras decisiones supone la transformación de la Secretaría de Territorio y Movilidad de la Generalitat en Secretaría de Movilidad y Logística para “consolidar el sistema logístico catalán y su peso e importancia económica y estratégica en Cataluña”.
Podría decirse que no es una sorpresa. Cataluña tiene el gen logístico en su ADN y la radicación de colectivos, empresas proveedoras y de servicios en esa comunidad autónoma es histórica. Anterior incluso al último cuarto del siglo XX. La prueba más fehaciente es CIMALSA, la empresa pública de Centrales e Infraestructuras para a la Movilidad y las Actividades Logísticas, creada en 1992 que, entre otras actividades, realiza un Observatorio de la Logística, actualizado periódicamente desde 2004.
Son dos buenos ejemplos y espejos donde mirarse, algo de lo que no disponemos a escala nacional, donde la logística es huérfana ministerial a todos los efectos.
Existe, sí, un Observatorio de Transporte y Logística de España (dependiente ahora del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana) que lo es de lo primero (transporte), pero en absoluto de lo segundo (logística). Ahí están los datos y estadísticas para que puedan ver de lo que hablo quien no lo conozca.
No, no es esto. Y tampoco es la primera vez, ni soy el único en reclamarlo. La logística, si me apuran más aún hoy dado su protagonismo, volumen de negocio, empleo y utilidad (la pandemia lo ha puesto de manifiesto si es que hacía falta), necesita su propio espacio. Una representatividad en la Administración Central con datos propios, no colgando del transporte, que destierre su orfandad ministerial.
Logística: ni PP, ni PSOE
Alrededor de 2015, siendo ministra de Fomento Ana Pastor, surgió la idea de la llamada Estrategia Logística de España. Una plataforma en la que estaban representados todos los sectores, actores y colectivos logísticos (y dentro de ellos los de transporte, como corresponde y no al revés). Una idea que fue tan buena como efímera. Meses después de su nacimiento tomó sus riendas y el relevo ministerial Rafael Catalá, que poco hizo por la criatura en los cuatro meses que duró en el cargo. Y menos su sucesor, Íñigo de la Serna. No puede decirse que la logística le deba mucho, quizás nada, al PP.
Pero tampoco al PSOE, el otro partido gobernante. A de la Serna, tras el cambio de ciclo político, sucedió en el cargo ministerial José Luis Ábalos, con el ya actual presidente del Gobierno. Ningún cambio o querencia a la logística. Lo más cercano, la creación del tan deseado Ministerio de Transportes, cuya titular, Raquel Sánchez, apenas ha dejado gestos hacia la logística salvo en forma de visibilidad institucional.
Me consta que los principales colectivos del sector logístico, sobre todo los más cercanos físicamente a la Administración Central, no han dejado de trasladar la importancia de la logística, su papel relevante y la necesidad de contar con entidad e interlocución propia en el aparato institucional. Hasta el momento sin suerte. O con poca atención recibida.
La sombra del transporte, sobre todo del modo carretera, es muy alargada. Potente y muy arraigada en el ámbito ministerial. Es un buen compañero y un elemento vital para la logística. No hay duda. Pero una cosa es estar juntos y otra revueltos.
Ahora que lo peor de la pandemia ya es pasado y que aún están presentes los beneplácitos hacia el sector y su compromiso durante estos dos años que, también, la han hecho medrar, hay otra oportunidad para la logística. El ejemplo de Cataluña es tan bueno como cualquier otro. Lo que no puede esperar es la creación de un Departamento, Secretaría o Dirección General propios para todo el territorio.
¿No creen?
