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Era el minuto 84

Era el minuto 84 en alguna parte. En otro, sentado en la mesa de la cena de gala a la que asistía, alguien me hizo un comentario resignado, casi de derrota.

–– Seis minutos es mucho tiempo todavía ––contesté entre confiado y esperanzado.

Mi respuesta –reflexioné de inmediato- tenía mucho que ver con lo que estaba ocurriendo en ese evento de tres días, al que aún le quedaba el tramo final.

El máximo responsable y convocante de aquella reunión, no dejó de recordar a los asistentes, cada vez que tuvo ocasión, la importancia de la unión grupal, sectorial, de gremio de amplio espectro. Insistiendo en una idea casi como un mantra. Como la clave de todo su discurso. Es más lo que une que lo que separa, y esa unión puede llevar hasta donde uno quiera.

En alguna parte era el minuto 88 y nada había cambiado. Pero aquellos otros, que nada tenían que ver con el evento profesional al que yo asistía –al menos aparentemente- estaban expresando con su actuación la misma idea: unión, equipo. Y lo hacían con una fuerza descomunal. Decidida.

Decisión es lo que falta en ocasiones. El último paso. El más importante. El pequeño pero clave movimiento que hace que caiga una sola ficha de dominó, arrastrando sucesivamente al resto. O que todas sigan a la primera. Siempre alrededor de una idea. De una dirección. La fuerza que empuja y se retroalimenta con la suma de los que llegan.

Era el minuto 89 y en alguna parte la idea, la fuerza y la unión dieron su fruto. Un fruto de los dos que reclamaba el reloj que corría desenfrenado.

No hay líder sin equipo, sin seguidores. Ni estos sin aquel. No hay líder sin una idea, sobre todo una. Sin objetivo. Y mejor aún si tiene una estrategia. El reto, sin embargo, es otro. En realidad, convencer a quien más tiene que ganar en la partida. Al equipo. No a los espectadores. Aunque a veces el empuje por sí solo no sea necesario, es en realidad imprescindible.

En algún lugar era el minuto 90. Y todo cambió. El equipo hizo lo que –por más que increíble- es su seña de identidad. Creer en una idea y no abandonarla hasta el final. Las miradas de quienes me acompañaban en el evento estaban ya en ese otro lugar y en ese otro equipo. En un paréntesis inevitable y festivo que tenía mucho que ver, casi todo, con lo que se había desarrollado allí durante dos días y aún uno más. Unión, decisión, creencia en una sola idea. 

Llegó el minuto 120 en algún lugar. Y en la cena de gala alguien hizo un brindis que cerraba la velada. Satisfecho por el desarrollo del evento, por la convocatoria. Repitió un vez más la misma idea de unión y equipo. Y levantó una copa –casi un parangón de lo que ocurría en algún lugar no lejos de allí- e invitó con su gesto a beber a la concurrencia, pero antes de hacerlo volvió a empujar sonoramente su idea con una sola palabra:  

–– ¡Hala…! ––

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Jose Luis Torres
Jose Luis Torres
17/05/2022 23:13

Muy buen artículo. Lo he leído 2 veces . Extraordinario!

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