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¿Para qué sirve el paro del transporte?

Por Ricardo J. Hernández

Los políticos, cuando están en la oposición, son como los economistas a la hora de explicar las crisis, que hablan cuando ya es inútil u ocioso su comentario. “Nosotros nos hubiéramos sentado desde el primer momento con los transportistas”, ha dicho esta semana el jefe de la oposición, cuando el paro del transporte se había enquistado. Escasa aportación para quien pretende gobernar. Pretérito, imperfecto y subjuntivo.

El Gobierno tampoco puede presumir. He oído a la ministra portavoz, María Jesús Montero, horas después de llegar al acuerdo con el Comité Nacional de Transporte por Carretera (CNTC), congratularse por él y reafirmar que ya lo habían dicho –desde el Ejecutivo-, que haría falta tiempo para resolver la huelga, para estudiar las peticiones… Pues ni había tiempo –nunca lo hay en un conflicto como este, señora Ministra-, ni se ha resuelto el paro. Los convocantes siguen erre que erre.

Las cuestiones a responder se agolpan como las cabezas tractoras a paso lento en la M30 de Madrid. Una tras otra.

¿Para qué ha servido o está sirviendo el paro?

¿Qué está haciendo la Administración para ayudar a los sectores, empresas y profesionales afectados por él que no pertenecen al transporte y que están aguas arriba o aguas abajo de la cadena acumulando pérdidas como convidados de piedra: productores, distribuidores, retailers…?

¿Por qué no está TODO el transporte nacional por carretera representado en el CNTC, si es el órgano sectorial de interlocución con el Gobierno? ¿De quién depende que eso ocurra? ¿Es un coto cerrado?

¿Por qué un colectivo que la Administración -y prensa generalista- no deja de mencionar como “minoritario”, está poniendo en jaque a toda la cadena de suministros?

¿Por qué no acepta el acuerdo alcanzado la madrugada del pasado viernes entre Gobierno y CNTC?

¿Qué es la Plataforma para la Defensa del Sector del Transporte de Mercancías por Carretera? ¿Quién es su líder?

¿Se pueden atender sus reivindicaciones?

¿Y los cargadores, quiénes deben pagar esos servicios de transporte, qué están haciendo?

Respuestas y más preguntas sobre el paro

No es fácil dar respuesta a estas cuestiones. Algunas tienen varias respuestas. Otras son inciertas o directamente incómodas.

Creo que la más importante es la del colectivo convocante –la Plataforma- nacido en 2008 de seis transportistas (tres gallegos y tres albaceteños), que no es la primera vez que organiza una huelga, que está moviendo a miles de camioneros y que, pese a ello, es marginal a la representación del sector.

Su líder, Manuel Hernández, un rey sin camiones tras la quiebra de la empresa familiar, Transportes Manolín, en 2008, ha sido señalado por ello y de huir hacia adelante en este conflicto, al no tener nada que perder. No se enreda en dialéctica –al estilo de Ayuso- y, por ahora, es un líder sólido que el viernes era aclamado ante las puertas del Ministerio de Transportes al grito de ¡presidente, presidente!, antes de su reunión fallida con la titular de la cartera, Raquel Sánchez.

El pasillo de lácteos en una gran superficie de Madrid, el pasado sábado 26 de marzo

Los más de 1.000 millones de euros puestos sobre la mesa –y recogidos en el acuerdo-, significan una bonificación de 20 céntimos por litro de combustible –que podría suponer un ahorro estimado de unos 700 euros por camión al mes- vigente del 1 de abril hasta el 30 de junio y prorrogable. Y, también, ayudas directas por importe de 450 millones de euros para las empresas, en función del tipo de vehículo: 1.250 euros por camión, 500 por furgoneta, 900 por autobús y 300 por vehículo ligero (taxis, VTC y ambulancias).

Medidas insuficientes para los convocantes que, sobre todo, reclaman una ley que prohíba el pago por debajo de costes de explotación de los servicios de transporte de mercancías por carretera. Costes que el Observatorio de Costes del Transporte de Mercancías por Carretera estima en 1,25€/km cargado y 1,05€/km en vacío. Lejos de los niveles actuales.

¿Se equivocan los convocantes al no suspender el paro, ni sumarse al acuerdo mayoritario?  

Como siempre, la dialéctica gana a la acción. La llamada al diálogo. En un conflicto que se ha cerrado en falso y que ya se ve palpablemente en las cadenas de suministros –lo que aboca a detenciones de actividad y producción-, en la industria, el retail y el consumo. Para muestra, la imagen que acompaña estas líneas, tomada el pasado sábado en una gran superficie comercial.

¿Y ahora, qué?

 La guerra contra el virus –convertido ahora en costumbre- nos ha puesto a prueba ante un enemigo invisible. La guerra en Ucrania es mucho más reconocible. Por ello, debería ser más fácil de resolver. Y de encontrar la paz. Debemos hacer cualquier esfuerzo con ese objetivo.

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