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Orden en el caos

Por Ricardo J. Hernández

La logística se ve obligada a gestionar un caos continuado. Orden en el caos. En estos términos se expresaba la semana pasada Mickael Devena, vicepresidente para el Sur de Europa y LATAM de project44, en una comparecencia pública. No es mal báculo para definir la logística. Tarea siempre complicada.

En mi opinión hay que ir más allá. En realidad, la logística es el orden en ese inevitable caos que se provoca cuando lo sencillo, poner un bien o servicio a disposición de quien lo necesita, se torna complejo. Cuando el tiempo, el espacio o el entorno, retuercen la línea recta que es, inicialmente, una cadena de suministros. Es entonces cuando es necesaria la gestión que aplana las crestas de la dificultad. Para deshacer el enredo de la interacción entre cadenas convergentes. O para suavizar imponderables como el clima, la escasez o los incrementos exponenciales de la demanda.

Uno de los términos más repetidos en el ciclo de webinars y en la mesa redonda que el pasado jueves 3 puso colofón a las citas profesionales que, sobre automatización, digitalización e intralogística, hemos venido celebrando desde el pasado 17 de febrero, ha sido la flexibilidad que aportan esas tecnologías. Precisamente para modelar y articular certeramente ese caos. Si se quiere, bien entendido. Pero en todo caso ya permanente, en un entorno que tiene la incertidumbre como su característica más recurrente.

Por desgracia, un nuevo elemento ha impactado desde hace menos de dos semanas en nuestro vecindario occidental. Que es junto a las víctimas y la penuria de los desplazados, lo más relevante de esta guerra: la cercanía. Los términos militares llenan los informativos. Y la logística asociada a la campaña bélica salta a la palestra como inevitable protagonista.

El caos en este caso es el de las tropas rusas, cuyos carros de combate deben pelear en su avance, también, contra los elementos. Como en tantas guerras. El “tiempo sin caminos” o Rasputitsa es lo que se han encontrado los tanques y camiones de Putin. Barro y fango que, incluso en las carreteras, impiden el avance. Las campañas de Napoleón en 1812 y la de la Wehrmacht del ejército nazi en 1941 son testigos. El barro como problema logístico. O la nieve.

Y de nuevo poniendo orden en ese caos y gestionando incertidumbre, necesidad y emergencia, aparecen en ese mismo conflicto las organizaciones humanitarias. Expertas en logística como Cruz Roja, UNICEF o ACNUR, decenas de organizaciones vecinales, sociales, religiosas y no menos iniciativas particulares, se han puesto en marcha para socorrer a los ya 1,5 millones de refugiados llegados a los países limítrofes al oeste de Ucrania y a los que aún quedan en ese país. Muchas veces empleando, sin saberlo, propiedades y peculiaridades logísticas. De flujo tenso, por ejemplo.

Logística en suma. Orden en el caos. O resiliencia, si se prefiere. Que según la RAE es: capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adverso. Nada que añadir.

La guerra contra el virus nos ha puesto a prueba ante un enemigo invisible. El nuevo conflicto es mucho más reconocible. Por ello, debería ser más fácil de resolver. Y de encontrar la paz.               

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