La logística está alzando la voz. Y singularmente el transporte de mercancías. Precisamente cuando son más visibles. “Ahora se habla de logística, de cadena de suministro, de última milla”, decía hace unos días el viceconsejero de Transportes e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid, Carlos Díaz-Pache, en una convocatoria de la patronal de logística y transporte UNO. La pregunta es si se sabe de lo que se habla cuando se habla de logística. Y sobre todo de logísticos. De personas.
La afirmación de esa nueva normalidad de la logística, más transparente a la sociedad, no deja de ser una conquista sectorial, largamente perseguida. Un paso al reconocimiento y la importancia de la cadena de suministros, evidenciada por la pandemia. Pero no es suficiente. Hablamos mucho de logística, es verdad. Durante los primeros meses de la COVID-19 y aún ahora. Dentro y fuera del ámbito logístico profesional.
Hablamos de entregas, efectivamente, de última milla, de transporte internacional, de fletes y contenedores, de automatización, de electrificación de vehículos, de gestión de comercio electrónico, de almacenamiento y distribución, de drones y vehículos autónomos… Pero solo he escuchado hablar de manera recurrente de personas en la logística, cuando se menciona el problema endémico de la falta de conductores profesionales en toda Europa. No solo en el Reino Unido.
El sector aplaudió real y virtualmente a las personas que hacen posible el funcionamiento de la logística tras lo más duro de la pandemia. Y parte de la sociedad se unió, brevemente, a esa ovación. El ruido ha cesado.
Siempre he creído que el gran valor de la logística no está en la tecnología: está en las personas. Porque ponen el arte, la creatividad, la necesaria estrategia que no puede poner la ciencia. Ese es su gran diferencial.
Las cadenas de suministro, cercanas y lejanas, cortas y largas, se han tensado en extremo. Lo van a hacer aún más en los próximos meses. Y hay quien ya está poniendo el énfasis en el peligro de colapso por el extenuado factor humano. Por eso se alza la voz.
Al crecimiento económico natural, ahora acelerado y aupado a sus más altas cotas por el comercio electrónico, le cuesta asumir ese crecimiento. Aún más a las personas. Costó –y apenas se consiguió- reconocer como trabajadores esenciales y, por lo tanto, protegidos por su labor en primera línea, a los profesionales de logística y transporte. Aún soportan esa carga añadida de riesgo constante y control extremo.
Una columnista de CNN Business relataba los meses y meses que han pasado sin tocar tierra marineros y tripulación en general de buques mercantes, para no exponerse ni extender el virus. Un encierro en el mar o a dos metros del muelle, que empieza a ser insostenible. Al tiempo, conductores de transporte terrestre se someten a prueban PCR casi a diario mientras transitan y cruzan fronteras de una Unión Europea que en eso tampoco ha conseguido aunar una normativa común. Pero no es prerrogativa única del eslabón transporte.
Restricciones, controles, medidas higiénico-sanitarias extremas, jornadas extenuantes, tráfico rodado creciente, y la exigencia de imponer la máxima velocidad en la cadena de suministro –sobre todo B2C- que todos reconocen como innecesaria, pero que no deja de crecer. Razones suficientes para pensar que –quizás- la supply pueda romperse o fracturarse en algún momento por un eslabón del que solo nos acordamos cuando truena, porque falta talento o conductores.

Alzar la voz en las Naciones Unidas
Cuidar lo que tenemos, ser sensibles a esa extenuación, a las condiciones extremas y a la sobreexposición a la pandemia de logísticos y profesionales del transporte, es tan importante –ahora mismo quizás más- que buscar soluciones a lo que no tenemos (conductores, profesionales bien formados y justamente retribuidos). Asociaciones internacionales profesionales, que representan al sector marítimo (ICS), transporte aéreo internacional (IATA), transporte internacional por carretera (IRU) y la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF), ya lo han denunciado. Han levantado la voz y han firmado una carta dirigida a las Naciones Unidas, llamando a la atención por el peligro de debilitación de las cadenas de suministro debido al desgaste de los trabajadores, tras dos años de extrema presión, como señala la columnista (Hanna Ziady).
¿Hablamos mucho de logística y poco de logísticos y, sobre todo, de quiénes están en primera línea?
¿Qué les parece?
La COVID-19 original y sus variantes nos siguen acompañando, aunque el escenario es mucho más optimista. Cuídense y cuidarán a los demás. Y si o lo han hecho ya vacúnense. No lo duden.
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