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COVID Año 1. Aprobados, notables y suspensos

Por Ricardo J. Hernández

Hace un año empezaba para nosotros la pesadilla de la COVID 19 que aún nos acompaña. Quizás parezca menos peligrosa. Pero todavía está ahí. La costumbre de recibir malas noticias día tras día y, sobre todo, las vacunas mitigan lo terrible. Pero no todo ha sido negativo. Empujados por la necesidad y el escenario, hemos aprendido y avanzado. Mucho en algunos casos. Aprobados, notables y sobresalientes. Hablo del ámbito profesional y del logístico. Aunque también hay suspensos. Aún nos quedan lecciones pendientes.   

Hemos aprendido que la logística y todos los sectores que la acompañan son esenciales. Esa “etiqueta” acuñada en el RD que decretaba el Estado de Alarma el 14 de marzo de 2020. Ahora es un reconocimiento tácito a la importancia de determinados productos y servicios. Imprescindibles para el devenir cotidiano. Fundamentales para vivir. Claves para reducir la angustia de una pandemia y un confinamiento. Notable.

Sabemos ahora, porque ese aprendizaje de doce meses nos lo ha enseñado, que los suministradores de equipos de manutención tienen músculo y capacidad de reacción para aguantar el golpe más duro y seguir prestando su servicio. Aún en las condiciones más desfavorables. A duras penas. Con mucho esfuerzo. Sobre todo de personal. Pero ahí están. El agujero económico fue profundo la primavera pasada y aún se arrastra en sectores –casi inactivos- a los que da soporte. Y tan grande como el socavón, su profesionalidad. Gestionando protocolos, seguridad y suministro en tiempo record, en un entorno por momentos distópico. Pueden estar muy orgullosos. Sobresaliente.

Otra asignatura aprendida y aprobada por mor de la COVID 19 ha sido la de la dependencia de “tierras lejanas” para el suministro. Y, con ella, la de acercar, dimensionar y automatizar las infraestructuras de suministro –almacenes, plataformas, silos de distribución, etc.- para que esa dependencia sea menor y más flexible. Resiliente, palabra de moda. Automatizar las instalaciones logísticas para hacerlas más eficaces y resistentes. El axioma estaba ya ahí. Ahora se ha hecho visible: la cuestión no es automatizar o no, es con quién hacerlo.    

Sobresaliente ha sido la nota en la asunción del tsunami de las compras on-line. No me cansaré de decir que nuestros meses más angustiosos e incluso los que han venido después, aún muy cargados de limitaciones y estrés, hubieran sido muy diferentes, peores, sin el comercio electrónico. Con todos sus defectos y margen de mejora. Ese canal ha sido el bálsamo para las compras –esenciales o no-  de confinados o extremadamente cautos, para aumentar la seguridad y la distancia ante posibles contagios, y la fuente de ingresos para muchos, muchos profesionales. Para cada eslabón de la cadena de suministros. Y también un descubrimiento o la puesta en práctica de un canal proyectado pero no arrancado, cuando no un negocio que ha hecho florecer un buen puñado de cuentas de explotación.

Con todo ello la logística es ahora más transparente, conocida y respetada. Eso también se ha aprendido por los ajenos al sector.

Aún más. Hemos aprendido a relativizar algunos paradigmas que parecían inamovibles, como la presencialidad. A utilizar y sacar rendimiento comercial y de marketing a herramientas telemáticas. A gestionar mejor el tiempo. O el espacio en los lugares de trabajo. Que siendo necesarios, pueden ser cualquiera. No siempre los tradicionales.

Con el esfuerzo que supone la barrera de la “des-socialización” –cercenar el contacto humano durante tanto tiempo es doloroso, incluso en el mundo de los negocios, y lo hace aún más valioso-, hemos aprendido, igualmente, a relacionarnos por vía telemática, a distancia. Todo un soplo de energía vital contenida.

Y a relativizar. A tomar decisiones antes pospuestas para no salir de la zona de confort. A dar más importancia a lo importante. Y a saber qué es.

¿Y qué tenemos suspenso?

Nos queda presumir y defender nuestro sector. Nuestra profesión. Tampoco me cansaré de repetirlo. Es una oportunidad fabulosa para hacerlo y ya se nos está escapando de las manos. Nos queda acostumbrarnos al nuevo escenario –que perdurará durante un tiempo- y compaginar seguridad y salud, con relación y entorno. Lo viejo con lo nuevo. Antes y ahora. Salir de la “cueva”. Llega el momento de entrechocar los codos, mirar y escuchar en directo. De vez en cuando. Con cuidado.

Y nos queda aprender a no olvidar las buenas lecciones aprendidas. Es lo más importante. Aunque suene complicado. También lo es el triple mortal y medio con tirabuzón hacia atrás para quien no lo practica, pero es posible. Y si olvidan esas lecciones, al menos no lo hagan rápidamente.

Cuídense y cuidarán a los demás, que esto no se ha acabado. Aunque queda menos. Ahora sí.  

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