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Y ahora ¿Qué furgoneta me compro?

Por Ricardo J. Hernández

No sé si es la pregunta del millón. Pero por lo menos es la del medio millón: y ahora ¿Qué furgoneta me compro? Que también podría ser ¿Con qué tipo de vehículo renuevo mi flota?

Me refiero casi estrictamente al accionamiento, al combustible. Y le aseguro que la respuesta ni es única ni es fácil. Habrá, desde luego, quien lo tenga claro. Muy claro. Y sus razones serán del todo válidas. Ahí reside la dificultad. Todos pueden tener razón y razones.

Por ejemplo, si se opta por un vehículo eléctrico las razones estarán en el compromiso medioambiental; en la media de kilometraje y el radio de acción del vehículo o flota; en la reducción de ruido, sobre todo urbano; e incluso –ahora sí- en el abanico de posibilidades que ya ofrecen las marcas.

Pongamos el caso contrario: la opción de una furgoneta diesel. Y estas podrían ser las razones. Los motores de combustión interna actuales contaminan solo un mínimo porcentaje –10/15 por 100- de lo que lo hacían hace tan solo unos pocos años, incluso menos que la gasolina para algunos gases contaminantes (CO2); no está claro cuánto contamina la cadena de producción, suministro y retirada tras su uso de un motor eléctrico y sus baterías; además la escasez de puntos de recarga en calles y carreteras hace poco viable y muy inflexible el uso de vehículos eléctricos; y para los más puristas cabría preguntarse cómo se produce esa energía eléctrica de recarga a través de la red y cuánto contamina su producción.

Y en medio de estos dos mundos aparentemente irreconciliables, los modelos mixtos, híbridos, enchufables, con cargador…

Sobran preguntas. Faltan respuestas

Lo dicho, la pregunta del millón. Pero lo cierto es que la respuesta es urgente porque las renovaciones de vehículos y flotas se tienen que llevar a cabo cada día. Es más, con el crecimiento exponencial del canal de comercio electrónico y las consecuentes entregas de las mercancías adquiridas on-line, y con las limitaciones por ahora en el centro de las ciudades, es inevitable el crecimiento y renovación del parque de furgonetas (y camiones) dedicado a esta tarea y hay que estar preparado con nuevas flotas.

Si nos circunscribimos al mundo motor y al binomio diesel/eléctrico, los desarrollos de la automoción siempre parecen lentos. Los productores parecen “esperar” a que haya suficiente masa crítica de mercado para invertir en nuevas soluciones y tecnologías. En realidad sus desarrollos suelen ser más paulatinos que secuenciales –de ahí esa percepción- y terminan llegando. Como ocurre ahora. Tanto en la mejora de consumos como en la reducción de contaminación.

En el estadio anterior están ahora las redes de puntos de recarga. Pocos puntos para el total del territorio –se dice-, cargadores de baja velocidad de carga, pensados para el usuario final y uso “recreativo” (muchos de ellos instalados en parkings o centros comerciales) y ¿suficientes para la flota total de vehículos eléctricos que circula actualmente?

Y aún podríamos ampliar el abanico a otras tecnologías emergentes (hidrógeno), establecidas (GNC, GLP,…), todas con sus propios retos e incógnitas, o por llegar, aún desconocidas.

Como también podríamos seguir haciéndonos preguntas ¿Una sola tecnología será la solución? ¿Vale la pena esperar? ¿Debe reglamentarse y empujar en una dirección esas renovaciones? ¿Cuál es la “clave de bóveda” de esta disyuntiva, precio, disponibilidad energética, consumo, horas útiles, tiempo de recarga, mantenimiento, reciclaje, etc.?

¿Qué opinan?

Cuídense y cuidarán a los demás, que esto no se ha acabado. Aunque queda menos. Ahora sí.  

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