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Por despecho, no

Hay muchos argumentos para enfocarse en un mercado o proyecto. En una trayectoria profesional. Casi todos válidos. Pero hay uno que en toda mi experiencia como observador obligado –y privilegiado- he comprobado que ni sirve ni aporta cualidad alguna. Es inútil, además de impropio: el despecho.

Hablo de esa suerte de animadversión, venganza en tono menor, rencor, revancha, rebote si prefieren algo más coloquial… tenerle ganas al otro o a lo otro. El ser humano es así. Y sigo en el ámbito estrictamente laboral y empresarial.

Lo he visto todo en rumbos profesionales. No hablo de aceptar una oferta por un proyecto más atractivo (cada cual el suyo). O de emprender para crear algo nuevo, diferente. Hablo de cruzar la calle, al otro lado, con las pinturas de guerra. Con el foco puesto más en el ayer que en el mañana, ahítos de bilis.

Y hablo de proyectos empresariales –en todos los sectores, incluido el mío- sostenidos por el pilar de hundir al otro por despecho ¿Competencia? No. Guerra. Y de la peor. La que solo deja vencidos.

Organizaciones, asociaciones, grupos gremiales, proveedores de productos o servicios, ferias, agencias de comunicación, medios… Podría citar casos concretos en todos esos sectores. Más o menos cercanos en tiempo y espacio. Mejor, no.

Aquí y ahora

Estoy seguro de que más de uno que esté leyendo estas líneas, usted, sí, o quizás usted, esbozará una sonrisa al recordar alguno de esos ejemplos que, sin duda, compartimos ¿Acierto?

Y el resultado de estas aventuras de argumento amargo es siempre el mismo. Ingentes esfuerzos, enormes inversiones de tiempo, recursos y dinero, mucha, mucha desazón, con frecuencia pérdida de salud física y, sobre todo, mental, en el más baldío y absurdo de los ejercicios.

No pretendo dar lecciones a nadie, pero me temo que estas malas prácticas no dejan de repetirse.

Ahora mismo. Sin ir más lejos, ni más allá de nuestro sector.

Por interés profesional y empresarial, sí. Adelante. Por aportar valor, también. Por despecho, no. Por favor.

La venganza –aunque sea en el mundo de los negocios- no es un plato que se sirva frío. Es la frialdad.

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