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Envío y entrega gratis ¿Y qué más?

La semana pasada tuve ocasión de asistir a una nueva convocatoria, en este caso de la patronal UNO, con el foco puesto en el reparto, el eslabón final de la cadena de suministros de consumo.

Para desgracia de nuestro maltratado sector, la presunción de valor de la logística sigue brillando por su ausencia. Hubo un momento en que estuve a punto de salir corriendo de la sala. Y no desesperado por el calor reinante en la capital. Más bien por la incomodidad que hubiera supuesto a la concurrencia –y a mí mismo- escucharme gritar: “Envío y entrega gratis ¿Y qué más?”.

Sólo tímidamente –muy tímidamente- alguno de los contertulios de las mesas redondas consecutivas que jalonaron la jornada, se atrevió a pronunciar una queja sobre la gratuidad de la logística de proximidad, anclada al territorio “todo gratis” de Internet. Gratuidad real o cuando menos aparente a ojos del receptor.

En una economía libre de mercado, la estrategia del coste cero es de todo menos acertada, salvo que el “harakiri” sea el objetivo ¿En qué cabeza cabe? Esta criatura que empezó siendo el monstruo de las galletas, glotón y simpático, es ahora Godzilla, que todo lo arrasa.

Estoy absolutamente convencido que gran parte de los males que aquejan a la logística –si no todos- parten de esta costumbre de suponer que como todo lo que huele a la Red es “democráticamente gratuito”, las entregas de la última milla también lo son.

Por ese camino no vamos a ninguna parte. Si queremos que la logística tenga visibilidad y no sea socialmente transparente, no podemos minusvalorar uno de sus eslabones, precisamente el más cercano a la sociedad.

Ganar la batalla del prestigio

El prestigio se gana por el reconocimiento y respeto y lo que no tiene valor tampoco tiene mucha oportunidad de ser respetable. Con ello, reconocido precio y valor por todos los actores intervinientes, conseguiremos de paso aceptar que no todo es sostenible; que no todo puede (ni merece) estar en nuestras manos de hoy para hoy; y que en todo ello hay una responsabilidad social, laboral (con aquellos que trabajan en ese tramo de la cadena) y medioambiental.

¿Qué ya no es posible dar marcha atrás en el escenario doblemente “free” de Internet? Falso.

¿Alguno se acuerda de que veíamos incómodamente imposible llevar puesto el cinturón de seguridad del automóvil de manera permanente? ¿Y de lo que iba a suponer –en teoría- dejar de fumar en oficinas y centros de trabajo y, sobre todo la catástrofe económica de dejar de hacerlo en locales de hostelería y restauración? ¿Y de la falacia de cobrar por contenidos en Internet, ahora cada vez más común?

Si las medidas son coherentes, saludables y suponen calidad, estamos dispuestos aceptarlas y a pagar por ellas. Ahí están las pruebas. Solo hace falta el valor de poner en valor lo que tiene valor… y precio.                     

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