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Más allá del comercio electrónico

La pregunta puede parecer ociosa: en lo que a la actividad logística se refiere ¿Hay algo más que comercio electrónico? Por momentos parece que no. La última prueba que puede sostener esta tesis, el pasado encuentro empresarial de logística organizado por la patronal UNO la semana pasada. Casi una treintena de personas pasaron por el estrado. En mesas redondas, conversaciones a dos e intervenciones individuales. Y en todas, se hubiera programado así o no, los temas recurrentes eran el comercio electrónico o la distribución urbana. Tanto monta. Dos caras de la misma moneda.

Tanto protagonismo -¿excesivo?- que uno de los contertulios recordó a la audiencia que “no todo es comercio electrónico”. Fue inútil. Todo siguió por idénticos derroteros. Como si el B2B y con él su logística asociada, hubiera desaparecido como por ensalmo ¡Voilà!

Es cierto que la población mundial se mueve en un flujo constante, creciente e imparable hacia los núcleos urbanos. Una dinámica global. Igualmente es una realidad que el canal de comercio electrónico es el que más crece y que las empresas que lo gestionan aguas arriba –portales de venta- cada vez son más globales, con mayor oferta y más facilidades para los compradores. Todo ello ha traído consigo –y lo va a hacer aún más- la necesidad de una logística de proximidad –la archifamosa última milla- que de servicio a ese canal, con dos efectos colaterales positivos, el crecimiento del sector por ese lado y una mayor transparencia social de la logística, que falta le hace.

Comercio electrónico: luces y sombras

Pero no es oro todo lo que reluce. Ni siquiera en el eCommerce. Porque toda esa actividad, ese servicio imprescindible que presta la logística al canal virtual cuando se hace real, no viene acompañado del correspondiente margen comercial justipreciado. Al menos en España. De hecho los precios que se pagan por las entregas de compras de comercio electrónico descienden peligrosamente. El coste existe, pero ni el pago está alineado al servicio ni se quiere hacer transparente al consumidor para que lo valore y lo pague. La pregunta del millón es ¿Por qué?

La segunda variable se traduce en una pregunta mucho más abierta y de difícil respuesta ¿No se están dedicando demasiados esfuerzos logísticos y con ello de I+D, a un canal en detrimento de otros? ¿Qué pasa con el canal tradicional, con la cadena de suministro interempresas, con la distribución industrial, con el transporte interurbano de mercancías?

Hablando del entorno logístico, decía el presidente de UNO, Juan Pablo Lázaro, en el evento mencionado, que por más que queramos ni nos imaginamos cómo será el futuro, como tampoco éramos capaces de imaginar un entorno como el actual –hiperconectado y omnicanalizado- apenas hace diez o quince años. Seguramente tiene razón.

Lo que abruma y preocupa –al menos a mí- es que con la omnipresencia del comercio electrónico y su gran empresa líder, estemos abocados a un monótono escenario de “gran hermano” como el que pronosticaba George Orwell en su novela 1984, en el que además se cumpla el lema mosquetero: todos (los esfuerzos) para uno y uno (un solo canal) para todos o para todo. Veremos.

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