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La generosidad del asociacionismo

Por Ricardo J. Hernández

El asociacionismo exige, sobre todo mucha generosidad. Si nos fijamos en el número y representatividad de las asociaciones logísticas en España, incluidas las que tienen su razón de ser en el transporte, como actividad colateral, podemos deducir que el asociacionismo tiene buena salud en nuestro sector.

Colectivos gremiales con más de cuatro décadas, de amplio espectro, que representan o aglutinan a toda la profesión; asociaciones de menor rango enfocadas a un subsector o especialidad; colectivos de ámbito regional; con representatividad en estamentos oficiales o cuya referencia es la iniciativa privada. En asociacionismo y logística, en España, puede hablarse de todo esto. Un magnífico escenario.

A grandes rasgos, los colectivos que reúnen a profesionales y empresas asumen el papel de aglutinadores de intereses comunes, defensa de la profesión y altavoz ante la opinión pública y la administración. Que no es poco. Y quienes se suman a esos colectivos así lo entienden. O deberían hacerlo. Bien común, intereses comunes, beneficio para todos son reglas no escritas y que deben ser aceptadas. Una primera barrera teñida de generosidad que hay que salvar antes que nada.

Abandonar el barco

El problema, que suele darse en los líderes del mercado, es que no todos lo entienden así. Mientras que muchos aportan tiempo y esfuerzo con el objetivo de fortalecer a un sector o actividad determinadas, algunos –es el cáncer de las asociaciones- pretenden servirse en exclusiva del interés colectivo en beneficio propio, cuando no actúan como torpedos contra la línea de flotación del asociacionismo o abandonan el barco dejándolo sin la suficiente tripulación para una buena singladura, por temor a perder su liderazgo.

Por lo que he podido conocer de diferentes sectores, actividades y segmentos, la falta de la necesaria generosidad y amplias miras es un problema de nuestra idiosincrasia ¡Vaya! Otra vez diferentes. Esta vez para nada bueno.  

Construir un sector es tarea cotidiana. Común. Una responsabilidad de todos los que los componemos. Y un acto de generosidad que algunos no entienden aunque redunde en beneficio propio. Porque lo hace en beneficio de todos.             

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