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Atracón navideño

Por Ricardo J. Hernández

Cada año le ocurría lo mismo. Tenía la sensación de que la época navideña se adelantaba. Compras y atracones sin solución de continuidad. Y este año no le cabía la menor duda: a la vista de lo que se avecinaba, se iba a dar un magnífico homenaje que le llenaría las “alforjas” como hacía tiempo que no le ocurría.

El atracón empezó un mes antes del día de Navidad. Lo dicho: cada vez más pronto. Y como en todo buen atracón, disfrutó de los primeros bocados como si no hubiera más, y no dudó en calificarlos de muy satisfactorios. Sin duda, podía saborearlos.

Pero la alegría le duró poco. Tenía que morder y digerir cada vez más para no perder el ritmo, y no era capaz. Masticaba una y otra vez, pero aquello no disminuía. Es más, cuando creía que había acabado con algo, se lo volvían a traer. Una pesadilla.

Finalmente debió reconocer que había “comido con los ojos” una cantidad que le resultaba del todo imposible digerir. Lo que se prometía para disfrutar se había convertido del todo en indigesto. Definitivamente, firmar aquel contrato de distribución de mercancías de comercio electrónico podía ser su ruina. Y no le consolaba que, quien más, quien menos, sus competidores estuvieran en situación similar. Y además, se decía, esto era sólo el principio, la campaña del Black Friday. Luego venían las Navidades, Papá Nöel y los Reyes Magos.

Lo que se antojaba como una buena idea, aceptar esa gran operación de distribución urbana de paquetes para una empresa puntera en comercio electrónico, se había convertido en un empacho que tenía a su empresa maltrecha, a los repartidores al borde de arrojar la toalla, a los receptores cabreados y, lo que es peor, a su cuenta de explotación criando telarañas. Ahora lo tenía claro: aceptar esos precios de entrega unitarios era un suicidio. La cuestión era que si la mayoría de sus competidores no opinaba así, siempre había alguien que aceptaría la operación: atracón con indigestión asegurada.

Este es un relato real y actual como la vida misma. Los implicados en la venta y distribución del canal de comercio electrónico deberían hacer una seria reflexión al respecto. Aguas arriba y aguas abajo. Perecer de éxito, a fin de cuentas, también es perecer. Dice el entrevistado del vídeo que publicamos hoy, 19 de diciembre, que el comercio electrónico ha dado visibilidad a la logística y que ya era hora. Pues a la vista está que todavía no es suficiente. Hay que valorar a la logística –y ahora hablo de euros- como se merece. Y hacerlo ya.

Mientras tanto, esta tribuna se da un descanso hasta 2017, que las digestiones de los atracones navideños no permiten relatar con lucidez. ¡FELIZ NAVIDAD Y FELIZ 2017!

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