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La música del anuncio de Marlboro

Hace no demasiado tiempo, cuando fumar no estaba mal visto ni “perseguido” y se podía ver publicidad de las marcas de tabaco en televisión y en el cine, a muchos nos resultaba reconocible un anuncio en particular o mejor dicho, una melodía que acompañaba el anuncio de una marca, Marlboro, que evocaba a las “pelís” de vaqueros, los que transportaban reses por las llanuras del Oeste norteamericano, con enorme esfuerzo y comiendo polvo, desde sus zonas de pasto a los apartaderos ferroviarios, desde donde eran cargadas camino al matadero.

Las escenas finales de esas películas de Hollywood, solían mostrarnos a unos cansados pero satisfechos protagonistas, dirigidos casi siempre por el enorme John Wayne, que conducían las apretujadas reses por filas estabuladas hasta los vagones. Esa misma sensación tuve el pasado viernes. Mis disculpas de antemano si alguien hizo el mismo viaje que yo y no comparte mi sensación, porque personalmente me sentí una res.

Iba a realizar el trayecto Barcelona-Madrid en el tren AVE de las 11h 00´, cuya composición a esa hora era de ¡18 vagones al completo!: más de mil viajeros de una vez.

El maltrato, o la falta de trato adecuado al viajero, que es el cliente, que es también quien paga y quien establece un contrato con la compañía que realiza el trayecto, comenzó con la salida -y también llegada- tardía sin explicación alguna: Renfe cada vez se parece más, en lo malo, a las compañías aéreas.

Pero lo realmente impropio de un medio de transporte moderno como este y con un precio en absoluto “low cost”, es la organización -por llamarla de algún modo- para el control de billetes y entrada en el tren. Fuimos “estabulados” en no menos de siete apretujadas e incómodas filas de pacientes viajeros, que esperamos a pie firme durante 30 minutos, para poder subir a los vagones. La Estación de Sants no dispone de condiciones ni espacio adecuado para ello y el viajero, que es quien paga, lo sufre y naturalmente, se desespera.

La guinda a este pastelón es que una vez superado el control y descendido al andén quienes, como yo, teníamos un número de vagón alto (15 en mi caso) debíamos recorrer un buen trecho hasta alcanzarlo a paso ligero, “achuchados” por el personal de Renfe -sólo les faltaba el sombrero y el tradicional silbido- para recuperar parte del tiempo perdido y, de esa manera, no tener que reembolsar los billetes, según su compromiso de puntualidad.

La semana pasada hablaba en este post del empresario chino que había llevado de vacaciones, a la vez, a 6.400 de sus empleados. Apuesto a que la logística del viaje ha incluido una mejor organización y mucho mejor trato.

Señora Ministra de Fomento: ya que la mayor parte del presupuesto de su departamento va a la Alta Velocidad de viajeros por ferrocarril (aunque prometa otra cosa), gaste algo más en mejorar infraestructuras en las estaciones de viajeros y, también, léale La cartilla al operador único por este trato que describo, que no es anecdótico. Así no tendremos que asimilar un viaje en AVE con la musiquilla del anuncio de Marlboro, en realidad era uno de los temas de la película western “Los Siete Magníficos”.

Mi recomendación literaria es esta vez una crónica, más bien una colección de ellas, que recoge los grandes descubrimientos arqueológicos de principios del siglo XX: “Dioses, Tumbas y Sabios”, de C. W. Ceram. Fascinante. No es fácil de encontrar, pero merece la pena.

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