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El Blog de Ricardo J. Hernández

La vacuna me ha dado reacción

11 enero, 2021 Ricardo J. Hernández HAZ UN COMENTARIO

En Sin categoría

La vacuna contra la pandemia de la COVID-19 me ha dado reacción. Reacción adversa. Y múltiple. Y amenaza con dejarme secuelas. Al menos a corto plazo.

Lo sospeché a principios de diciembre cuando ni siquiera había una fecha cierta para la inoculación de las primeras dosis, retransmitidas finalmente a bombo y platillo, con “luz y taquígrafos”, el 27 de diciembre.

Luego los grandes medios, prensa y televisión, me han ido confirmando mis sospechas.

El primer síntoma de esa reacción adversa a la vacuna lo tuve el lunes 28 de diciembre. Y no era una inocentada. Ese día el periódico ABC publicaba una noticia en la que daba cuenta de la interrupción de la distribución de vacunas de Pfizer por “un problema logístico”, sin más explicación, según fuentes del fabricante del fármaco. La aparición de un molesto salpullido fue inmediata a la lectura de esta noticia.

Superado el trance y casi con las digestión de las doce uvas inconclusa, el 2 de enero el rotativo El País achacaba en un titular a “errores logísticos y de organización”, la dilación en la inoculación de vacunas en Cataluña, señalando el problema por la falta de cajas de congelación retenidas en el colapso del Eurotúnel y del Canal de la Mancha por la llegada del Brexit. En este caso fue la jaqueca la que me invalidó durante unas horas.

Al día siguiente, apenas recuperado de la segunda reacción adversa, El Confidencial publicaba on-line que “los festivos y la logística” complicaban la vacunación en pleno repunte del virus y de modo recurrente insistía en la coletilla de los problemas logísticos, sin explicarlos y repitiendo el mantra del día precedente. Las nauseas fueron esta vez las que volvieron a  postrarme, incrédulo.

Más reacción a la vacuna

La reacción y los consecuentes síntomas no habían acabado. Es más se solapaban. Un inesperado dolor estomacal vino a sumarse a mi ya maltrecha salud el mismo día 3 de enero, coincidiendo con la comunicación de los responsables del Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña, que atribuían el retraso de la vacunación a “problemas logísticos”, insistiendo en la falta de cajas y eso sí –¡aleluya!- reconociendo que la falta de esos envases había sido un “gran error”, según el medio de información e-Notícies. La sintomatología adversa desapareció entonces casi al instante.

Pero fue solo una mejoría pasajera. La víspera de la llegada de los Reyes Magos, deseando que SS.MM me trajeran salud y nada más, La Vanguardia recogía unas declaraciones del secretario de Salut Pública del gobierno autonómico catalán, Josep Maria Argimon, en las que hablaba de “disfunciones logísticas” para explicar la situación, un término que jamás había escuchado. El papel lo aguanta todo, pero mi cabeza no, y me daba vueltas sin parar.

El vértigo permaneció hasta la mañana siguiente. Todavía con el papel de regalo roto apresuradamente y esparcido por la casa, aquel síntoma fue sustituido por un extraño temblor muscular mientras leía un titular de A3 Noticias: “La logística, la falta de personal o de congeladores desaceleran el ritmo de vacunación contra el coronavirus”. Extrañamente, mientras intentaba luchar contra esa nueva reacción adversa, caí en la cuenta de que el término logística ni siquiera se mencionaba en el texto de la noticia, sólo en el titular. No podía más, pero a mi salud aún le quedaban síntomas por aquejar.

El penúltimo ha sido en realidad la reaparición de todos los anteriores. A veces coincidentes, a veces en sucesión. Y simultáneamente a la publicación de una entrevista en La Razón, el pasado viernes 8 de enero, con el virólogo y profesor de microbiología Estanislao Nistal.  “Parece un problema de organización, logística y capacidad”, dice el especialista al responder a la pregunta –la primera que se le formula- sobre los fallos de la campaña de vacunación.

Postrado inevitablemente, repaso toda la sintomatología de la reacción a la vacuna mientras percibo que me ataca la fiebre. Lo que me faltaba. Una febrícula que va en ascenso cuando reparo en que ninguna de las grandes organizaciones de logística y transporte ha levantado la voz para afear ninguna de estas y otras –muchas- noticias, que señalan como culpable de la lentitud de la campaña de vacunación a la logística.

Los problemas del Brexit y el colapso de la frontera marítima del Canal de La Mancha, son políticos, no logísticos. Si han faltado envases de transporte para ultracongelación es responsabilidad e imprevisión de quienes gestionan la pandemia. En logística, el Black Friday se prepara y prevé en primavera y verano, meses antes, igual que la campaña juguetera de Navidad. Eso lo saben los logísticos. Resulta además sospechoso, poco profesional e injustificado, que todos los medios hablen de “problemas logísticos” sin explicar a qué se refieren (¿lo saben?). Y, finalmente, un médico y epidemiólogo, y un virólogo y microbiólogo no son precisamente autoridades en logística para señalarla.

En cuanto a los colectivos logísticos… Después de presumir, justamente, por la respuesta logística a la pandemia meses pasados, ahora toca sostener esa buena imagen con decisión y sin fisuras, y llamar al pan, pan, y al vino, vino.

Yo voy mejorando. Espero que lo peor haya pasado y la reacción adversa a la vacuna “informativa” no vuelva.

Cuídense y cuidarán a los demás, que esto no se ha acabado. Aunque queda menos. 

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Una insólita oferta de trabajo

18 diciembre, 2020 Ricardo J. Hernández HAZ UN COMENTARIO

En Sin categoría

Decididamente este que tocaba a su fin no había sido su año. Claro que tampoco lo había sido para nadie. Ni en el peor de los sueños. Ni en la más imaginativa fantasía de la mente más creativa. Pero además, lo suyo era mala suerte con las ofertas de trabajo.

Trabajaba en uno de los pocos sectores que además de ser esenciales había crecido, lo que resultaba un tanto sonrojante reconocer, con la que estaba cayendo aquí y allá. Pero ni por esas. Acabó su enésimo contrato temporal encadenado en los primero días de marzo. Un descansito –pensó- después de la vorágine navideña y luego a volver a la cadena, de preparación de pedidos, empaquetado, carretillero y de contratos… como siempre durante los últimos ¿cuántos años ya?

Puestos a acostumbrarse, lo único que seguía sin llevar bien eran las “despedidas”, el fin de los contratos y ese nudo en el estómago que siempre los acompañaba. Aunque los intermedios duraban poco. “Menos que en la tele”, se decía entre risueño y resignado.

Esta vez no. El “bicho” fue su peor enemigo. Y no por lo que suponía para el mundo entero. Apenas tres llamadas “de curro” en ocho meses. Y las tres resueltas con un “ya le llamaremos” que no sucedió. Sospechosamente su lugar de residencia, el barrio donde vivía –donde el “bicho” había golpeado con especial virulencia- hacía cambiar de opinión a sus interlocutores en la entrevista telefónica que, siempre, había sido un puro formulismo. Pero esa vez, y la otra y la otra, pareció importar. Para mal. Consultó a un colega, pero no podía demostrar lo que su amigo llamó discriminación silenciosa: “puñetera discriminación” la había llamado él. Y p*** mala suerte.

La oferta de trabajo

Por eso al principio no se creyó la llamada –la cuarta- con la oferta de trabajo en firme, ni los detalles que le contaron. Es más, estuvo a punto de colgar creyéndose objeto de una broma. Hasta miró el calendario y quiso reconocer la voz de su amigo… Sin embargo cuando aún incrédulo recibió el contrato en su móvil, minutos después, empezó a cambiar de opinión. Aunque no absolutamente.

El contrato era legal. Desde luego. Pero las condiciones eran… demasiado buenas. Menos de dos días de trabajo con su noche entre ambos, al aire libre casi todo el tiempo –al menos eso le protegía, admitió-, sin mucha complicación, aunque eso era lo de menos porque si de algo sabía era de paquetes, entregas sin devoluciones –vaya chollo, eso sí que eran buenos clientes- y… ¡un sueldazo! que –se dijo- no podía ser tan, tan bueno. Salvo que se tratara de algún tipo de trapicheo ilegal. Pero de alguna manera se convenció de que no era así, aunque no sabía por qué. Y aceptó el trabajo.

Llegó al lugar indicado en el que apenas había media docena de personas como él y dos o tres más que parecían los organizadores: “este es su uniforme”. Nada nuevo para él. Lo que no era normal es que el uniforme fuera tan estrafalario y que a continuación le hicieran subir a lomos de una de las tres malolientes monturas que allí pastaban despreocupadas. Pero no protestó.

Les pasearon por unas cuantas calles casi desiertas a ritmo lento y cadencioso. La peculiar comitiva y su deambular estaban siendo filmados –observó- lo que tampoco le incomodó ni apenas sorprendió, acostumbrado a las cámaras de seguridad de los almacenes donde había trabajado. Finalmente, llegaron a un páramo en lo que parecían ser los suburbios de la ciudad, donde se apretujaban, literalmente, docenas y docenas de tráilers con sus puertas de carga de mercancías abiertas de par en par y sus interiores repletos de miles de paquetes con llamativos envoltorios.

El reparto

Uno de los organizadores que había seguido a la comitiva en un coche con la marca de la estrella – ¿pero esa no es la estrella? se extrañó- levantó la voz y dijo solemne: ¡A repartir! son las doce de la noche, tenéis hasta el amanecer.

¡Serán las noches de los próximos tres años! quiso replicar él a la vista de la fabulosa cantidad de paquetes. Pero tampoco lo hizo.

Junto a sus dos compañeros igual y extrañamente uniformados y otros tantos ayudantes, seis almas gemelas como luego descubriría, empezaron a trabajar. A cargar sus monturas. A ir y venir. Una entrega, dos, tres… 125, 1.367… Se propuso contarlas y hacer la media por hora, por bulto… una manía profesional. Cuando llegó al paquete 6.121 paró en seco. Y miró el reloj: las 00h 23´.

¡No puede ser! Más de 6.000 bultos en 23 minutos. Ja, ja, ja… tengo que estar soñando, pensó. Es imposible ¡ni que fuéramos Papá Noel! Y volvió la risotada. De todas formas –se dijo- esto es una pasada, seguiré durmiendo y disfrutando de este sueño. Y se convenció de ello. Miles, cientos de miles de paquetes y un ratito después, el reparto se había completado. Alguien les recogió los uniformes y les entregó la generosísima paga.

Y hasta que la luz sepultó la oscuridad estuvieron contándose unos a otros, los seis, sus experiencias de aquella madrugada. Tan fantásticas como reales. Tan increíbles como ciertas. Soñadas o no.

Cuando el sol despuntó, superado ya el toque de queda, y a la vista de los primeros viandantes que salían a la calle, cayeron en la cuenta de que tres de ellos aún llevaban sus tocados, tres magníficas y relucientes coronas, y que en sus bolsillos guardaban tres notas casi idénticas que les daban las gracias por haber sustituido esa noche a tres personas de edad avanzada y por tanto de riesgo. Eran los titulares de aquel cometido, confinados en la Residencia Oriente, el lugar que refería el membrete de aquellas líneas pulcramente manuscritas, firmadas por Melquiades, Gastón y Balbino.

¡Feliz Navidad! Bridemos por un año que no olvidaremos y, sobre todo, por el que viene. Aquí estaremos.

Y no dejen de cuidarse y cuidar a los demás           

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Volver a matar al mensajero (post en dos actos)

9 diciembre, 2020 Ricardo J. Hernández HAZ UN COMENTARIO

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Prólogo

Por fortuna para el último eslabón de la cadena logística, la costumbre ancestral –empapada de leyenda- de matar al mensajero cuando las noticias no eran del agrado del receptor, es hoy territorio exclusivo de la fabulación ¿Se imaginan lo contrario?

Pero el imaginario colectivo guarda prendas desde antiguo y a la primera oportunidad ¡zas! señala culpabilidades en la misma dirección cuando hay que buscar chivos expiatorios y no están claras las responsabilidades. Es fácil. Está entrenado. Y no se olvida. Como montar en bicicleta.

Acto I

Hace tan solo unos días, una noticia enfriaba un tanto los ánimos ante la llegada de las primeras dosis de vacunas de la COVID-19. El fabricante de la más adelantada para su aplicación, Pfizer, que ya han comenzado a recibir los británicos desde ayer, 8 de diciembre, anunciaba que solo podría producir 50 millones de dosis, la mitad de las previstas, durante este último mes de 2020 por “problemas en la cadena de suministros”. Sin más explicación en la nota oficial ni aclaración posterior alguna.

Ante el primer problema, tras una serie de buenas noticias al respecto de efectividad, producción, aprobación y distribución de la tan ansiada vacuna, se recurre – con razón o sin ella, aunque la falta de explicaciones ulteriores, me hacen pensar en lo segundo- a lo de siempre. Se señala al “mensajero”, a la logística, se le carga el mochuelo, o como la Reina de Corazones del cuento, se dicta sentencia inmediata: ¡que le corten la cabeza! Al mensajero, claro.

La logística, larga y ancha, lo aguanta todo, parece sentenciarse. Su transparencia ante la sociedad, su reciente y amplio reconocimiento, y ahora… Y ahora veremos si no se convierte en diana de acusaciones cuando algo falle en esta Operación Vacuna. Al tiempo.

Acto II

Claro que cabría preguntarse el porqué de ese sambenito acusatorio. Y no se me viene otra cosa a la cabeza que la realidad apabullante de estos mismos días. El comercio online desbocado, las compras sin parangón, y los operadores y empresas de paqutería con la lengua fuera.

Y por más que estos últimos reconozcan que no llegan a todo –y eso les honra- la aceptación de esa mínima incapacidad, no les exime del cumplimiento de las buenas, de las mejores prácticas. Algo que ¡hum! no siempre se cumple.

No es solo que algunas entregas no lleguen a tiempo –algo “habitual”- es que se anuncie su llegada a destiempo o lo contrario, que se justifiquen recepciones con nombres inventados, que se recurra a puntos de conveniencia como lugares de entrega alternativa, que el cliente no ha elegido, por ser más rápido y seguro que las domiciliarias, o que ya no haya teléfonos de atención la cliente para reclamar. Tres ejemplos reales y recientes de tres grandes compañías.

Epílogo

¿Hay que “matar al mensajero” por esto? Hombre, no. Pero no es la mejor manera de quitarse la etiqueta acusadora cada vez que convenga colgársela a este sector.

Más efectividad y menos presunción, más transparencia de los últimos eslabones, más foco en el receptor, más coherencia, y mejores herramientas de comunicación que funcionen, para la “última milla y la última yarda”.

Que luego nos quejamos si a la logística se la señala con el dedo. Que sí, está muy feo, pero es que a veces…

Cuídense y cuidarán a los demás, que esto no se ha acabado. Aunque queda menos.    

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¿Tendremos que elegir entre compras y vacunas?

30 noviembre, 2020 Ricardo J. Hernández HAZ UN COMENTARIO

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La imagen del pasado viernes de las avenidas comerciales de Nueva York prácticamente vacías era impactante. El día de mayor venta del año y en la “meca” del comercio. El escenario, esta vez sin decorados, de una distopía apocalíptica ¿Han dejado entonces los norteamericanos de comprar? No. Como no han dejado de viajas en el Día de Acción de Gracias. A pesar de la pandemia. Pero ahora compran de otra manera. Como nosotros.

Internet es ya el Gran Hermano orweliano donde todo está y todo se sabe. También de cada uno de nosotros. Relájense. Es inevitable. El mercado es cada vez más virtual. Aunque la entrega sea física. Los números se suceden. Los porcentajes aumentan como si de una colecta televisiva se tratara. Más. Más. Más. Y el último empujón lo ha dado la COVID-19. Confinamiento. Restricciones. Distancia social. Pero la red no ha impedido el consumo. Es más, lo ha multiplicado y sublimado en algunos productos y sectores. Hagamos cuentas.

En España el comercio electrónico ha crecido hasta niveles que superarán el 20 por 100 sobre el total este año. Con el empujón final de Viernes Negro y Navidades. Más de 12.000 millones en transacciones electrónicas en 2019. Y un salto de récord este año impulsado por el virus. Hay quien augura que la carrera va a ser ya continua y desenfrenada. Arriba. Arriba. Y quien vaticina que, en dos décadas, el ¡95 por 100! del comercio será on-line. 

El tsunami del comercio electrónico

Estos días los propios operadores logísticos y las empresas de paquetería reconocen ante el tsunami del Black Friday que la ola del aumento de envíos les sobrepasará a todos. Y eso pese que la logística de convierte en estos días en el empleador nacional con cifras cercanas a los 200.000 contratos en toda la campaña pre y navideña.  

La pregunta del millón, ante una de las mayores y más delicadas operaciones logísticas de la historia moderna, la logística de las vacunas (no se pierdan el informe al respecto en nuestro próximo número 59 de Cuadernos de Logística), es si habrá que compartir esta ingente cantidad de recursos de compras on-line –transporte, gestión y entregas sobre todo- con la cadena de suministros vital que ya tiene fecha de inicio ¿Habrá que elegir entre compras y vacunas?

Loa operadores y sus infraestructuras y flotas no pueden multiplicarse como por ensalmo. Ni tienen capacidad y flexibilidad infinita, como el bolso de Mary Poppins o el saco de Santa Claus (menudo repartidor sería éste, el sueño de cualquier empresa logística). Por mucha resiliencia que pongamos en la ecuación. Habrá tareas logísticas especializadas para las vacunas, sí. Pero otras se harán con medios convencionales. Quizás adaptados, pero convencionales ¿Y qué me dicen de la carga aérea? No se van a construir 8.000 aviones en tiempo récord sólo para esto. Sería impensable, imposible e ineficiente.

Sólo queda colaborar. Quizás ambas cadenas –vacunas y compras- convivan meses. Puede que  un año o dos. Quizás el calendario –sin Black Friday ni Navidades por medio- ayude benévolo a no tensar la cuerda de operadores especializados y generalistas en los primeros meses. Pero cabe recordar que la operación será mundial y en Occidente probablemente simultánea en decenas de países.

O quizás llegue Perogrullo y nos deje claro que un metro cuadrado es un metro cuadrado. Y un metro cúbico es un metro cúbico. Y que en unos pocos de los primeros caben –o no- tantos vehículos de transporte y entrega. Pero no más. Y que en uno de los segundos caben tantos paquetes o dosis de vacunas. Pero no más. Y que espacio y volumen –como capacidad- son términos finitos.

Y por eso quizás, solo quizás, en algún momento y lugar, habrá que elegir entre vacunas y compras on-line.

Cuídense y cuidarán a los demás

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Mercadona rectifica y Alemania se hunde

23 noviembre, 2020 Ricardo J. Hernández HAZ UN COMENTARIO

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Cuando habla Mercadona, sube el pan. Quizás no literalmente. Pero sube. Ya sea su presidente, Juan Roig, o cualquiera de sus directivos. El modelo único de la enseña de  distribución de alimentación, lo es también por sus declaraciones. Muchas veces de referencia logística. Y con frecuencia utilizando el altavoz de AECOC, muy ligado a esta marca.

Ahí he oído a J. Roig afirmar, rotundo, que Mercadona se hace su propia logística (sin contar con operadores) porque no hay nadie que pueda hacerla mejor que ellos mismos, lo que no deja al sector en muy buen lugar. He escuchado a alguno de sus directivos relatar cómo contratan –por sí mismos- los transportes marítimos o aéreos, si es necesario. Y la semana pasada en el último –y virtual- congreso de Supply Chain de AECOC, oí a su directora de logística, Rosa Aguado, decir algo así como que se habían pasado de automatización –“demasiada” dijo- lo que les resta flexibilidad, como ha quedado demostrado por la crisis pandémica que vivimos, justificó.

Importante afirmación viniendo sobre todo de un líder que presume de su logística como un fundamento de su éxito. La pregunta que cabe hacerse a continuación es ¿se puede automatizar “demasiado”? Aguado no fue mucho más allá en esta afirmación pero mucha ¡atención! a sus palabras porque pueden crear tendencia ¿O quizás sea una sutil entonación de un “mea culpa”?

No todo se puede automatizar

En las Jornadas de Automatización de Almacenes –en realidad de automatización logística- que organizamos a principios de cada año, los asistentes han podido escuchar que no todo se puede automatizar y que un proyecto de automatización como los que puede acometer Mercadona –que requieren recursos y masa crítica para alimentarlos, nunca mejor dicho- deben estar plenamente justificados. Javier Serna, de Vanderlande, así lo ha afirmado en ese foro

¿Significa que el gigante nacional de la distribución alimentaria no ha hecho bien esos deberes? Y si es así ¿en qué se ha equivocado quien afirma que nadie hace puede mejorar su logística?

Quizás la conclusión que pueda sacarse de sus palabras sea, simplemente, que otra verdad incuestionable ha dejado de serlo. Como que el fútbol es un deporte de once contra once en el que gana Alemania. Táchenlo también de su lista.

Ya no hay verdades absolutas ¿no creen?

Cuídense y cuidarán a los demás

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Comunicar no es asustar

10 noviembre, 2020 Ricardo J. Hernández HAZ UN COMENTARIO

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Aunque no lo parezca, comunicar no es asustar. Ni alarmar. Pero los medios de masas se han empeñado en demostrarnos lo contrario. Nada “vende” más que el miedo y la tragedia. El pánico. Todo un género, el de noticias de sucesos, se nutrió de ello durante décadas.

Y de ahí nació la llamada prensa amarilla, por el color del papel en el que se imprimían algunos de aquellos primeros periódicos sensacionalistas. También la radio. Orson Welles y su “guerra de los mundos” en las ondas es el máximo exponente de que comunicar puede ser asustar. Hoy las cadenas televisivas sacan “petróleo” y asustan en cada informativo con la pandemia. Y sobre todo las redes sociales. Asusta lo que asusta la comunicación.

Sin embargo, como concepto amplio, la comunicación no es solo contar sucesos, noticias, difundir datos o airear chismes. La comunicación es, también, el cauce para la información. Esa es poderosa, útil. Y no, no debe asustar. Más bien lo contrario.

De hecho la frase del titular no es mía. Se la escuché a Joan Alemany, director de operaciones en Venca, un especialista histórico de la venta de moda por catálogo y hoy del canal on-line de esos productos. Y la oí en un foro virtual sobre la logística del Black Friday y la campaña de Navidad organizado por UNO.

Ante las inevitables incidencias que se producen –y producirán- en una campaña comercial de esta dimensión que ya tenemos encima, Alemany venía a decir que comunicar esa incidencia, informar al siguiente eslabón de la cadena para modular y ajustar el escenario que se produce por un retraso, por ejemplo, no es asustar y que lo que debe es tranquilizar. Más es menos, podría decirse.

Y lo dice alguien que está acostumbrado a asumir que un alto porcentaje de los flujos al cliente final incluyen rechazos y devoluciones que suman no menos del 12 por 100 en el sector moda y más aún en calzado.

Comunicar es dar certeza

Como otros actores, Alemany aboga por alargar estos hitos en el tiempo para allanar las puntas exponenciales de demanda y cumplir mejor los plazos, que para la primera línea de esta macro campaña arrancan ya este “11 del 11” con “el día del soltero”, reconvertido en “día mundial del shopping”, un invento comercial chino que –ya lo verán- no vamos a tardar nada en importar, y que terminará allá por enero de 2021 con las “rebajas”.

Algo así decía también en el mismo evento on-line Curro Abad, director general de Grupo R Queraltó: hay que hacer un esfuerzo en comunicación para darle certeza al cliente de la entrega o retraso. Brillante compendio esta frase.

Comunicar, que no es asustar. Certeza, al cliente le empieza a importar más esto que, incluso, recibir el paquete. Y entrega o retraso porque, seamos sinceros, aunque la logística pueda –con un esfuerzo descomunal, desde luego, y restando beneficios- dar el mismo nivel de servicio ante “tsunamis” como el Black Friday, la mayor parte de nosotros no necesitamos esa compra de inmediato. 

¿Así que la comunicación también era esto? Pues sí: el gran aliado de la logística, el comercio electrónico y el cliente final. Nada menos.

Cuídense y cuidarán a los demás          

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Supply China

3 noviembre, 2020 Ricardo J. Hernández HAZ UN COMENTARIO

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La imagen de cuento de las “mil y una noches” ha quedado atrás. Pero no ha cambiado de continente. El gran bazar del siglo XXI es China. Al modo oriental, lenta y constantemente, el país de la Gran Muralla, de los emperadores, de la cultura milenaria, del comunismo más ortodoxo, ha sabido mantener casi todo su bagaje histórico y convertirse en la gran fábrica de miles de productos que consumimos en occidente. La supply chain empieza hoy por China.

Con la ayuda de precios bajos, una inmensa capacidad de producción y no menos de reproducción de bienes con especificaciones más o menos occidentales, la consecuencia era previsible: la dependencia de los mercados el resto del mundo en muchas categorías de mercancías. Y la pandemia la ha puesto aún más en evidencia.

Las primeras voces, allá por la primavera pasada, clamaban por replantearse eso que se ha llamado deslocalización. No parece que vaya a ocurrir a medio plazo. Mucho menos a corto. Relocalizar –o diversificar- producciones en países más cercanos a Europa, incluso directamente en el Viejo Continente, para asegurar el abastecimiento ante crisis agudas como la actual, no es fácil. Tampoco barato.

Y mientras tanto, paradójicamente, hemos pasado de un escenario previsible de “sequía” consumista a “lluvia torrencial”. Del pánico inicial al desabastecimiento y la caída de las ventas, a resultados récord y rotura de stocks en muchos (bastantes) sectores. En ellos el escenario es de crisis o de mucha tensión en la cadena de suministros. Pero no la esperada.

Lo sobrevenido ahora es la suma de tres variables que amenazan con producir la tormenta perfecta: consumo desatado en los hogares en todo tipo de productos de bricolaje, ferretería, productos de ocio (desde jardín y terraza a huertos urbanos), deporte “casero”, e informática y multimedia doméstico. Pero la lista es aún más larga.

El segundo elemento es el incremento exponencial de las ventas on-line. Y lo que viene no las moderará. El tercero, es la reducción de ventas en otras categorías industriales también producidos en China. Bienes de inversión o relacionados con actividades ahora restringidas o a la espera de tiempos mejores (automoción, por ejemplo).

Contenedores, navieras, fletes y retrasos de la supply chain china

Si a este cóctel sumamos la dependencia de la supply chain china y su producción, y que la llegada de esos productos es invariablemente por vía marítima y en contenedor, el resultado es que llegan menos buques porque no hay consumo industrial y las otras categorías (las que sí venden) al ser de menor volumen no llenan absolutamente las capacidades de las navieras.

La consecuencia es el retraso en los envíos y el encarecimiento de los fletes. Eso sí, siempre hay un beneficiado: las fábricas chinas, que quizás toman algo de oxígeno, ya que no dan abasto a servir todos esos productos consumidos vorazmente en todo occidente. De Este a Oeste. Y por lo que parece, lo que ahora se ve de modo incipiente es sólo la punta de un iceberg que puede embestir al “titanic” del suministro y la reposición dentro de unos meses.

Seguramente, no quepa achacar este problema a la COVID-19. Pero si lo ha enfocado muy claramente. Si faltaban razones para esa relocalización, esta es una más. O no, porque la cuenta de explotación siempre tiene la última palabra.

El escenario en que puede desembocar todo esto puede ser serio y afecta directamente a la logística China-Occidente. A nuestro mercado interior, con sectores que no solo han sorteado la crisis, si no que están en números de récord, puede impactarle de lleno en la línea de flotación. Glu, glu.

¿Un problema de supply chain? No, de supply China.

Cuídense y cuidarán a los demás

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Comercio electrónico por aplastamiento: otra fiesta logística

26 octubre, 2020 Ricardo J. Hernández HAZ UN COMENTARIO

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Este post podría haberse titulado “¿Quién va a pagar la fiesta logística? (II)”, otro episodio con entidad propia que encadenar al publicado hace unas semanas. Esta otra “fiesta” también vamos a tener que pagarla. Y muy cara si ni ponemos cartas en el asunto. Por ahora gana el comercio electrónico por aplastamiento frente a las consideraciones medioambientales.

El camino estaba trazado, tímidamente, eso sí. Compromisos por doquier para reducir la huella del CO2, al menos sobre el papel que, ya saben, lo aguanta todo. La COVID-19 ha venido a trastocar muchos planes. También estos.

Las posibilidades de las compras on-line están siendo el salvavidas de la economía de “guerra” en un escenario de encierro, que no parece tener fin. Es más, a raíz de las últimas medidas de este fin de semana –y puede de las que vendrán- se antojan unas Navidades muy diferentes en lo social y en lo comercial. Incluida su antesala del Black Friday. Lo que no hará sino aumentar la actividad de las compras on-line y sus consecuentes entregas.

Hasta ahí las buenas noticias. Tenemos una válvula para escapar del tremendo panorama que nos asola. La mayor parte de las empresas comerciales pueden trabajar y vender por este canal. Algunas como nunca. Y la logística cabría decir que está de enhorabuena, aunque suene a humor negro.

El único problema, la “fiesta”, es lo que vamos a respirar. España fue el país que más redujo sus emisiones durante la primera ola de la pandemia por el impacto de la reducción del transporte viario y la aviación. Tan solo en la primera semana de confinamiento total, en la segunda quincena de marzo, la reducción de dióxido de nitrógeno fue del -83 por 100 en Barcelona, del -73 por 100 en Madrid y del -66 por 100 en Bilbao. En verano volvimos a la casilla de salida. Y ahora la amenaza es el efecto pendular ¿Quieren una prueba de lo que hay que mejorar? Ahí va.

Un problema de gestión logística

Los líderes tienen la responsabilidad de tirar del resto de la cadena. Marcando pautas. Por eso este ejemplo es muy reciente y del líder de los líderes del comercio electrónico: Amazon. Comprar en el mega-portal, es fácil. Recibir lo adquirido, rápido. Devolver lo rechazado, cómodo. Tres actividades claves en el canal on-line para la satisfacción del comprador.

La cuestión es desenfocar lo visible y observar la “trastienda” y sus costes en CO2 y NOx. Porque ¿cómo calificar la entrega de un mismo artículo que se sirve, por error, dos veces, al mismo destinatario (yo mismo), en el mismo lugar, el mismo día y con apenas dos horas de diferencia y por dos servicios de mensajería diferentes? ¿Qué coste en contaminación tiene esa ineficiente gestión? ¿Cuántas toneladas de partículas nocivas serían evitables? ¿Cuántas se van a volcar a la atmósfera por exceso y mala gestión en un panorama de crecimiento exponencial de las compras on-line asociadas a las limitaciones de la pandemia?

Lo irrelevante del ejemplo es que se trate del mismo artículo. Aunque es la guinda de este penoso pastel. Seguro que muchos de ustedes han recibido el goteo de entregas una a una de diferentes artículos, con intervalos de minutos, u horas en el mejor de los casos.

Me niego a pensar que en el estado actual de la gestión logística (de la tecnología, del software) no se pueda eliminar este dispendio en contaminación, tiempo y ocupación de la vía pública. Con una organización como la que tiene Amazon cabe preguntarse si hay interés por asumir este reto y resolverlo. Si hay algún compromiso en RSC o no a este respecto. Si busca o si se prima a los proveedores de entrega (empresas o particulares) con vehículos cero emisiones. Y si alguien, dentro de la compañía global, ha pensado que la opción de entrega cuando estén listos todos los artículos de la cesta, en una determinada horquilla temporal, debería ser la norma y no la elección discrecional.

La sensación que destilan sus prácticas es que no. Y tampoco parece existir preocupación por mejorar el exceso de volumen ocioso en embalaje. La tecnología de lectura dinámica de pequeños volúmenes también debe mejorar en esto, presionada, exigida si es preciso, también por quienes más mercancía mueven.

Con todo, el objetivo de esta y otras plataformas –al líder se le imita- no parece ser otro que el volumen y con ello el (cuasi) monopolio. No la eficacia, ni la eficiencia. Ganar en el comercio electrónico por aplastamiento. Como estrategia puede ser acertada o discutible. Como compromiso, es desastroso.

¿A quién le importa?

Cuídense y cuidarán a los demás

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La ficción está muy sobrevalorada

13 octubre, 2020 Ricardo J. Hernández 2 COMENTARIOS

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La ficción está sobrevalorada. Definitivamente. La máxima que afirma que “la realidad en ocasiones supera a la ficción” debe cambiarse por “en muy pocas ocasiones la ficción supera a la realidad”. La pasada semana hemos asistido al cambio de este paradigma. Ya nada volverá a ser como era. La hilarante escena de “la parte contratante de la primera parte… “ de Groucho y Chico Marx en “Una noche en la ópera” no llega ni a la altura del betún al sainete interpretado hace unos días por el Gobierno Central y el de la Comunidad de Madrid, que tuvo su escena cumbre el viernes 9 de octubre.

En menos de diez minutos pasamos de 51 zonas confinadas y normas al respecto, a 9 municipios confinados, estado de alarma light y otras normas diferentes. De poder salir “de puente” algunos, a correr a hacer las maletas todos lo que quisieron para escapar antes de la publicación gubernamental en el BOE; o de parques y jardines públicos cerrados, a abiertos; de ni poder cruzar la calle a poder atravesar todo Madrid; también de normas A para la hostelería a normas Z; y de no saber a qué a atenernos, a dudarlo absolutamente: las dos únicas certezas.

Y aunque no lo parezca por ser sector esencial y tener pocas limitaciones, a la logística y al transporte de mercancías también les afecta este despropósito, porque el resultado del sinsentido tiene que ver mucho con la previsión y el consumo, con los flujos de reposición, las compras presenciales u on-line, las entregas, devoluciones, etc. 

El espectáculo político bochornoso o directamente incalificable, ha acabado con el poco crédito que aún se concedía a quien dicta las leyes ¿Se imaginan este misma trifulca tabernera e infantil, del “y tú más”, “pues mi papá es policía” y “porque lo digo yo” a golpe de decreto, en cualquier sector económico?

Ficción, realidad y despropósito

En el nuestro, sin ir más lejos, sería como cambiar de golpe las normas de circulación cada quince días o empezar ahora a discutir agriamente si es mejor conducir por la derecha, por la izquierda o ¡por el centro!. Decretar que se debe subir a una carretilla de un salto y con los pies juntos, porque es más sano, sin la mínima supervisión y justificación de un técnico en la materia. Que los europalés ahora ya no valen porque son peligrosos, para de inmediato rectificar, y luego afirmarlo de nuevo sin más argumento. Que una parte no reconociera las cifras de víctimas mortales por accidente de trabajo en almacenes como reales, porque algunas víctimas estaban poco muertas. O que no se pueden hacer –o sí- entregas urgentes de más de 5 kilos en espacios cerrados salvo en locales de calles con niños cuyo nombre empiecen por vocal -¿o era por consonante?- porque esos sí son espacios seguros…

Perdón por la frivolidad cuando hablamos de vidas humanas y de una situación muy preocupante y seria, pero es a lo que lleva este esperpento.   

Seguridad, no incertidumbre

La gente de a pie, los comercios y toda la cadena logística que viene desde aguas arriba y termina, por ejemplo, en la cesta de la compra, en esa pieza de bricolaje, en aquel mecanismo eléctrico o en un accesorio para el climatizador, ni merecen, ni pueden soportar tanto vaivén jurídico. Ni se logra mejor salud y protección porque ya nadie sabe, ni cree, nada de lo que se dice –a fuerza de soportar cambios de criterio-, que es lo que argumentan unos, ni desde luego se protege a la economía, que es lo que propugnan otros.        

Es más, la picaresca está servida y se busca la puerta trasera de cada nueva norma (mascarillas, aforos, confinamientos perimetrales, etc.) porque las Administraciones cada vez son menos reconocidas por un principio que, por definición, las debería sostener: autoridad.

¿Y aún nos preguntamos por qué vamos como vamos en cifras negativas de la COVID-19, quiénes son los responsables y qué resultante tiene esto en la economía y con ello en la logística?

Yo, lo tengo claro.

Pese a todo, Cuídense y cuidarán a los demás

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¿Quién va a pagar la fiesta logística? (I)

5 octubre, 2020 Ricardo J. Hernández HAZ UN COMENTARIO

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Y cuando digo fiesta logística, digo el crecimiento exponencial de la actividad que ha traído la pandemia, el confinamiento de la primavera pasada y las limitaciones de movilidad actuales. Y lo que vendrá. Una fiesta que puede traernos la resaca de un incremento de la operativa, sin incremento de precios, ni de ingresos, porque se están asumiendo los costes gratuitamente.

Hemos asistido a la respuesta rápida y eficaz a una cadena de suministro que se tornó muy tensa, apenas dos semanas después de la declaración del estado de alarma del 14 de marzo. A los crecimientos “explosivos” de las compras on-line -¡300, 400, 500 por 100! y la consiguiente necesidad de servicios logísticos de almacenamiento, transporte, distribución… en algunos sectores. No pocos. Y para superar las barreras y dificultades de gestión y entrega propias de estos tiempos distópicos, a las que la logística se ha adecuado en un “pispas”, toda la cadena ha tenido que asumir sobrecostes imprevistos.

Pero de eso se habla poco. Aunque ninguno de los actores de la cadena duda de ello.

El dedo en esta llaga lo ponía el CEO de Aghasa Turis y e-logistics, Darío Alonso, quien participaba en un webinar donde analizamos la situación de la cadena de suministro en España y las lecciones que ya se han podido aprender, para mejorar, de este entorno que todo lo empapa.

Y a esa aseveración de sobrecostes soportados en mayor o menor medida por todos los eslabones de la cadena logística, se unían el resto de participantes sin dudarlo: operadores, cargadores, responsable de infraestructuras y consultores. Pero entonces ¿Por qué apenas se ha mencionado?

Opacidad logística vs vanidad

Quizás la respuesta pueda estar en que parte de la opacidad hacia la sociedad que define como una característica constante a la logística –ahora parcialmente superada por el servicio que ha prestado sin interrupción-, se deba a la casi absoluta falta de vanidad que ha fraguado desde la “trastienda”, lugar que ha ocupado nuestra disciplina. Sencillez, si se quiere, ya de los gestores “in company” de los cargadores, ya de los prestatarios logísticos.

No tengo muy claro si esto es un valor o una rémora. Si debemos seguir con esta etiqueta o si tendríamos que ser más “llorones” y vender mejor nuestra piel y desempeño. Me refiero a los profesionales de la cadena de suministros, naturalmente. Y si se deberían aporrear con fuerza y constancia las puertas de las administraciones, especialmente por parte de gremios y asociaciones. Expresando así todas las bondades, pero también las dificultades. Como este reciente y sobrevenido sobrecoste. Algo se va logrando. Poco aún. Y sólo desde hace muy poco tiempo.  

Porque una cosa es no presumir y otra muy distinta ser titanes sosteniendo el orbe. Un orbe en forma de cuenta de resultados que si bien se ha visto favorecida por esa “fiesta logística” –en algunos sectores, no en todos- por la multiplicación de operaciones y actividad, gran parte lo ha sido en el canal on-line, lo que supone en muchos casos mayores y más intensas labores de gestión, más personal y más contratación de servicios logísticos y de transporte. Y eso sin subir los precios, que no están los tiempos para ello.

La “letra pequeña” de ese sobrecoste es, en todo caso, larga y compleja.

Y la próxima semana, más.

Cuídense y cuidarán a los demás

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Acerca de mi

Ricardo J. Hernández

Llevo "emparentado" profesionalmente con la logística desde 1980, cuando este término empezaba a acuñarse y yo iniciaba mi carrera periodística. Desde entonces, he visto como ha crecido y se ha desarrollado el sector logístico en España, he sido testigo y notario de su madurez, y me ha enganchado tanto que he entrado en el mundo literario a través de la Historia de la logística. Fui director y responsable editorial de la revista Stock durante sus 16 años de existencia (1995-2011) y ahora de Cuadernos de Logística desde su lanzamiento en febrero de 2011.

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