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El Blog de Patricia González

crisis sanitaria

La bomba de relojería del ‘made in China’

15 marzo, 2021 Patricia González HAZ UN COMENTARIO

En Sin categoría

2018. ¿No oís ese pitido? 2019. ¿Cable rojo o cable azul? 2020. Boom.

Antes de darnos cuenta, la bomba estalló en nuestras manos. Alrededor, caos e incertidumbre. Restos de lo que en su momento fue un mecanismo perfecto empezaban a recopilarse como pruebas de un sistema fallido en el que todos los dedos apuntaban a una misma dirección: China.

Sin un juicio de por medio, la cadena de suministro mundial ya había elegido a su culpable: nada más y nada menos que la fábrica del mundo.

El comienzo del fin

Hace un año, la vida de más de 47 millones de españoles colgaba sin saberlo el cartel de ‘cerrado por reformas’. Cientos de cambios esperaban a la vuelta de la esquina de aquel fatídico 14 de marzo. La logística global veía como algunos de sus pronósticos más inverosímiles comenzaban a acercarse, lenta pero decisivamente.

Con China cerrada a cal y canto, la cadena de suministro del comercio mundial empezaba a temblar. ¿Qué haríamos sin nuestros principales proveedores? ¿Quién podría hacerse con el papel del gigante asiático?

Aunque no nos pillaba del todo por sorpresa, de golpe, la globalización que tantos años había tardado en construirse parecía ser el origen de todos nuestros males. Los logísticos comenzaron a desempolvar un vocabulario relegado al olvido ante la política del “bajo coste”.

‘Onshoring, ‘resiliencia’, ‘adaptabilidad’ y ante todo la palabra ‘relocalización’ empezaban a protagonizar conversaciones sectoriales, apuntando a una única lógica: “cuanto más simple y corta, más segura sería la cadena de suministro”.

Entonces, ¿estampida?

Hace unos días la nueva administración de la Casa Blanca volvía a retomar el debate. Joe Biden puso el cronómetro: 100 días para llevar a cabo una revisión radical de los puntos débiles de la cadena de suministro.

Sobre la mesa: el papel de China como proveedor y, en el nuevo panorama, como freno a la llegada de artículos críticos como chips, equipos médicos, baterías de vehículos eléctricos y minerales especializados.

Ahora, en menos de un año, una de las mayores potencias del mundo replantea su cadena de suministro y, como ya se sabe, cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se resfría. 

Actuar en caliente, pensar en frío

Si bien durante los primeros estadios de la crisis sanitaria Occidente buscaba en países como India el sustituto ideal, los datos lo dejan claro: no podemos renunciar a China.

Una vez se han adaptado a contrarreloj las cadenas de suministro, evitando el desabastecimiento durante la pandemia, hemos sido conscientes de nuestras limitaciones. Ahora, sin apuntar a culpables, es el momento de pensar en frío y valorar, con los ojos puestos en la estabilidad de la logística global, cuál debe ser el sistema del futuro.

Sin lugar a dudas, la estrategia parece clara. Las inversiones destinadas a la relocalización y regionalización de los proveedores ganarán peso ante un nuevo panorama donde, si bien no se podrá evitar la dependencia hacia el continente asiático, este acabará pagando parte de la factura del inolvidable, y no por los motivos deseados, 2020.  

¿Y si se olvidan de nosotros?

21 septiembre, 2020 Patricia González HAZ UN COMENTARIO

En Sin categoría

Ahora. Es el momento. Ahora que entendemos el sentido de urgencia, ahora tenemos su atención sobre la logística.

La situación global ha levantado la manta y destapado todos los engranajes sociales, económicos y políticos que mueven el mundo, arrojando luz sobre cómo, dirigiéndonos hacia un futuro incierto, todos los actores deben ajustarse a una normalidad que, lejos de lo común, resulta imprevisible en muchos sentidos.

Las crisis generan oportunidades, sí, pero ¿qué pasa con los caídos en combate?

Adaptarse o morir. La cruel – aunque no por ello menos realista – teoría desarrollada por el naturalista Charles Robert Darwin muestra, una vez más y a pesar de sus más de cien años, una vigencia innegable.

Las piezas clave del estado del bienestar, sin embargo, no pueden permitirse el lujo de elegir. Sobrevivir no es una opción, es una obligación porque ¿qué sería del mundo si los supermercados tuvieran los estantes vacíos? ¿Qué pasaría si los hospitales no tuvieran materiales para atender a los enfermos? O, sin irnos más lejos, ¿qué sería de nosotros si no pudiéramos consumir porque cualquier producto quedara fuera de nuestro alcance?

La cadena de suministro ha sido, es y será siempre el eje central sobre el que se asienta la normalidad, sea del tipo que sea. Por ello, garantizar su supervivencia no es moco de pavo y, desde luego, dicha misión no puede depender solo de las tan ansiadas ayudas estatales.

No podemos esperar porque, señoras y señores, se avecina un futuro incierto.

3 BASES SOBRE LAS QUE AVANZAR, A PESAR DE TODO

La expectativa de una futura inyección de capital externa, si bien para muchos puede suponer la salvación de un sector duramente castigado por el azote pandémico, no debería suponer para otros tantos una señal de ‘STOP’ en la inversión, a la espera de que esta se convierta en impulsora para la construcción de capacidades como la agilidad, la resiliencia y la sostenibilidad, claves para la salvación de la cadena de suministro.

Siendo sinceros, nos ha pillado el tren. Hemos llegado tarde a aspectos esenciales de la logística y la llegada de una situación imprevista de este calibre no ha hecho más que mostrarnos la importancia de reforzar los pilares sobre los que se asienta su futuro.

Que no se malinterprete. La logística, la cadena de suministro y todos sus actores implicados han dado todo lo que han podido, incluso más si cabe, para que los efectos de la pandemia se dejaran notar lo mínimo posible sobre el resto de la sociedad. Sin embargo, temas que se iban postergando para ‘cuando hubiera tiempo’ o ‘cuando hubiera dinero’, se han mostrado imprescindibles y, en algunos casos, inexistentes.

Olvidarse de su desarrollo, más que un error, sería la crónica de la muerte anunciada de un sector estratégico.

MÁS PRONTO QUE TARDE

Las ya mencionadas capacidades de agilidad, resiliencia y sostenibilidad – entrelazadas entre sí – ya no solo funcionan como meta, sino como punto de partida para replantearse las nuevas estrategias a desarrollar en tiempos de coronavirus y de cara al mañana.

En pocos datos, las empresas con cadenas de suministro ágiles superan a sus pares. El 10 por ciento de las compañías que Accenture clasificó como Masters de la cadena de suministro lograron un crecimiento de ingresos un 13 por ciento mayor, triplicando la contribución a los ingresos totales y un margen de EBITDA un 2,5 por 100 más alto. Uno de sus puntos en común: la inversión en agilidad.

Asimismo, la archiconocida resiliencia ha permitido a las compañías reconocer las debilidades potenciales de sus cadenas de suministro antes de que fueran expuestas por elementos ajenos a su control, evitando las temidas roturas en la cadena de suministro y las desoladoras estanterías sin reponer de supermercados y tiendas.

En último lugar, aunque no por ello menos importante, la pandemia nos ha hecho conscientes del ‘respiro medioambiental’ que la reducción de la actividad supuso para el ecosistema. No podemos parar, es cierto. El consumo crece y con él los servicios para saciar las necesidades de una población cada vez más demandante. Sin embargo, podemos potenciar todos los cambios que dejamos para 2030 ó 2050 como fechas límite para afrontar una cruda realidad: la destrucción humana del planeta.

Es el momento, ahora que somos protagonistas, de implantar todas las medidas necesarias para asegurar el futuro del sector. Porque si se olvidan de nosotros, si no llegan las ayudas o la situación se torna complicada, sólo habrá una certeza: la logística salvará a la logística.

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Patricia González

Patricia González

Responsable de contenidos de Cuadernos de Logística. Amante de las letras, formo parte de esa generación que se niega a perder la esperanza en el periodismo. La información, fuente de conocimientos y base estructural para la toma de cualquier decisión, es la clave de mi vida. Y para qué negarlo, de la suya también.

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