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Si es que hasta el Papa nos advirtió

La tormenta ha estallado sin que, aparentemente, muchos vieran las nubes acercarse. Bueno, miento: el Papa ya nos avisó. Así es, una persona que poco o nada tiene que ver con el sector sabía que esto iba a pasar. Y no, no fue una revelación divina. Francisco lo tenía más claro que muchos jugadores del panorama logístico. No le hemos hecho caso y ahora, pagamos justos por pecadores.

Desde que comenzó la pandemia, se ha estado gestando una tormenta perfecta en el comercio mundial. Una combinación de exceso de demanda, escasez de barcos y sí, maltrato a los trabajadores del transporte.

Nuevo punto de partida

Pero antes de ir al meollo de la cuestión, hablemos de qué se está haciendo. Los gobiernos tratan de actuar con rapidez. Los aumentos de precios cada vez son más dolorosos y las cadenas de suministro destrozadas empiezan a mostrar sus síntomas: tiendas, supermercados y restaurantes desabastecidos.

Las implicaciones para las empresas son traicioneras. Los retrasos en los envíos significan que las compañías ya temen por su periodo comercial navideño. Mientras, los políticos empiezan a preocuparse de que sus votantes se enfrenten a estantes vacíos y precios más altos. Sin una acción inmediata, el problema podría persistir durante años, avisa el secretario general de la Cámara Naviera Internacional.

La negligencia

Pero una causa importante de la crisis no tiene nada que ver con el precio del petróleo o la escasez de contenedores. Siguiendo lo planteado por Guy Platten, la culpa es nuestra. Concretamente del nivel de negligencia que hemos adoptado respecto a los trabajadores del transporte desde el comienzo de la pandemia.   

Millones de empleados que han mantenido el flujo comercial deberían haber recibido el cuidado y el respeto que se muestra, con razón, a los médicos, enfermeras, agentes de policía y trabajadores de talleres. A pesar de los esfuerzos de la industria, esto no ha sucedido lo suficiente.

En cambio, al enfrentar condiciones de trabajo cada vez más duras, los eslabones más importantes de las cadenas de suministro, las personas, están comenzando a romperse.

Y es que muchos están abandonando el sector, profundizando su parálisis.

Con la iglesia hemos topado

Ya en su momento, los organismos de la industria del aire, el mar y la carretera lo advirtieron. La situación es insostenible.

De hecho, hasta el Papa Francisco, tras las investigaciones realizadas por la Organización Internacional del Trabajo – donde descubrieron que algunos gobiernos habían actuado ilegalmente en su trato a los trabajadores -, hizo saltar las alarmas.

“Sus necesidades están insatisfechas”, lamentaba.  

Sin fórmulas mágicas

Ahora, el trazo de un bolígrafo no puede construir nuevos barcos de la noche a la mañana. Tampoco puede conseguir que los ciudadanos gasten menos para controlar la demanda que está saturando al suministro global.

Sin embargo, el trato a los trabajadores del transporte se puede mejorar casi instantáneamente.

La introducción de “carriles verdes” para permitir que camiones, barcos y aviones eludan los controles fronterizos ayudaría al personal y reduciría los tiempos de entrega. Dar prioridad a los trabajadores del transporte para las vacunas y reconocerlos como trabajadores clave permitiría a las cuadrillas rotar y descansar. Trabajar con otros gobiernos para garantizar un trato coherente a los trabajadores que cruzan las fronteras reduciría la burocracia que ahoga los suministros.

Empresas y administraciones tienen la oportunidad de evitar un desastre.

Es hora de tomar ese tren.

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