Cuando nos hallamos en plena sexta ola de la pandemia, después de 21 meses en los que nuestras vidas se han hecho más frágiles y al mismo tiempo más resilientes ante las incertidumbres, conviene echar la vista atrás para ver cómo algunos paradigmas que parecían inamovibles se esfumaban y otros que parecían lejanos han venido para asentarse. Uno de ellos es el concepto de liderazgo empresarial, aspecto muy importante que está cambiando de manera sustancial y que se está vistiendo con otros ropajes.
En primer lugar, el teletrabajo implantado a nivel masivo en los meses de confinamiento más estricto ha obligado a tejer unas nuevas relaciones entre la empresa y los trabajadores, donde la confianza ha adquirido un nuevo significado. Muchas organizaciones han funcionado en este periodo de casi dos años con una parte muy amplia de la plantilla trabajando en remoto y han cosechado buenos resultados, como nunca antes habían previsto.
En este sentido, aquellas compañías que han gestionado bien esta complicada coyuntura, ofreciendo a partes iguales seguridad, autonomía e incentivos al trabajador han salido muy bien paradas de este difícil periodo que nos ha tocado vivir. Un liderazgo transparente y con empatía ha salido ganando, y será cada vez más importante.