Adaptación y flexibilidad son dos conceptos que toda la cadena de valor del sector de material eléctrico, incluyendo el canal de la distribución, ha puesto en práctica, de la manera más urgente e insoslayable, en los últimos meses, tras la entrada en vigor del estado de alarma, allá por el 14 de marzo; fecha que parece ahora tan lejana, como de un mundo al que echamos de menos pero que tardará en volver.
En concreto, la distribución profesional ha dado buenas muestras de su capacidad de respuesta en una realidad que cambiaba constantemente: se reorganizaban espacios de trabajo, se ajustaban horarios, se potenciaba la atención al cliente sobre todo en formatos online, se informaba interna y externamente de los frecuentes cambios normativos, se diseñaban líneas de producto específicas para la prevención contra el COVID-19, etc., etc.
En este contexto, el carácter de servicio esencial del suministro eléctrico –al margen de los titubeos iniciales al principio de la pandemia– concede a las empresas del sector una ventaja que no tienen otros segmentos para mantener una actividad totalmente necesaria para el funcionamiento de hogares y empresas. Sin electricidad estable y segura no hay civilización.