Estamos todavía con la resaca del Black Friday de este año, donde se ha visto la cascada habitual de ofertas y descuentos en grandes almacenes y tiendas minoristas. Esta costumbre, nacida en EEUU como arranque de las compras navideñas, se ha extendido a todo el mundo occidental y a países de los cinco continentes.
La oleada de descuentos agresivos por estas fechas se ha implantado también desde hace años en sectores industriales y profesionales. En suma, se trata de, llegados al tramo final del año, ofrecer un motivo adicional para el próximo descuento y la enésima promoción; una herramienta de marketing más, donde el precio es el factor clave, que acaban empleando numerosas empresas.
En este sentido, se utiliza también el Black Friday , en no pocas ocasiones, para dar salida a gamas de producto no vendidas en meses anteriores; y también para aumentar el volumen de ventas con determinadas líneas de equipos y para cuadrar balances al final del año. Todo sirve para acabar sumando.

Inflación de precio versus Black Friday
Pero este contexto no debe ocultar el hecho de que desde hace unos meses se viene produciendo un incremento muy significativo de los precios de las materias primas y un desorbitado encarecimiento de los costes del transporte –fletes y contenedores–. Todo ello afecta a sectores industriales, desde material eléctrico de baja tensión hasta la iluminación, desde cables eléctricos hasta entornos de automatización. Una marea que se intensifica por el inusitado aumento de los precios de los carburantes (petróleo y sus derivados).
El remate ha sido la escandalosa subida del precio de la electricidad, que deja en evidencia los defectos del mercado mayorista. Todo esto acumulado implica que la actividad normal de fabricantes y distribuidores se tensiona por varios frentes.
De este modo, la falta de algunos metales y escasez de componentes como chips electrónicos está llevando a retrasos considerables en el suministro de determinados sistemas y equipos. Ello se ha hecho notar ya en segmentos como el de los fabricantes de coches, por citar alguno; el cliente se lleva el coche que está disponible en el concesionario; si opta por otro, la espera se puede alargar varios meses.

Gestión óptima de los stocks
Así las cosas, el IPC se ha situado en el 5,6 % en el mes de noviembre, llevando la inflación a ratios no alcanzados desde hace años. De lo que se deduce que el cliente final, también en el ámbito del B2B, se está acostumbrando a que estas tendencias alcistas deben repercutirse de algún modo en el precio del producto final; si no es así, los márgenes se acortan y puede desembocar en la venta en pérdidas.
Numerosos fabricantes han ido actualizando sus tarifas de precios varias veces a lo largo de este año.
Todos estos factores están obligando hoy en día a redefinir la relación distribuidor-fabricante; ambos deben explorar soluciones diferentes donde la gestión adecuada del stock y el uso de herramientas digitales, como el almacén virtual, ganan peso.
Las compras y aprovisionamientos realizados con previsión suficiente se pueden convertir a partir de comienzos de 2022 en un verdadero acierto porque ese material almacenado puede revalorizarse. Asimismo, una buena elección de proveedores, tanto en cercanía como en cumplimiento de plazos, puede ser también otra arma importante para afrontar los complicados meses que se avecinan antes las continuas fluctuaciones de la demanda.
En síntesis, estas tendencias alcistas nos llevan a una subida de los precios en el producto final, si no queremos incurrir en unos márgenes que harían peligrar la rentabilidad y la sostenibilidad de las empresas. No podemos vivir siempre atados a la sempiterna negociación del precio, en una suerte de Black Friday permanente.
Por favor, cuídense mucho, la situación sanitaria sigue complicándose. Espero sus comentarios.
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