La transición energética –concepto que de tan utilizado se está empezando a desgastar– se basa en varios vectores de actuación, entre los que destacan la movilidad eléctrica y el impulso en el uso de energías renovables. Para ambos segmentos, las baterías eléctricas son un elemento esencial.

En fechas recientes, la tecnología de baterías eléctricas ha copado muchas páginas, impresas y digitales, por la controversia que ha suscitado el cierre de la fábrica de coches de Nissan en la Zona Franca de Barcelona, y su posible reconversión en un centro industrial para la producción de baterías. La polémica se deriva sobre todo por la pérdida de capacidad industrial en un sector clave como la automación y si, a pesar de esta mala noticia, se puede llevar a cabo una reindustrialización de determinadas áreas de actividad en España.
Apuestas con alto potencial
Por lo que ha trascendido, son dos grandes marcas las que han mostrado interés en los terrenos de Nissan en la Ciudad Condal: la surcoreana LG Chem y la multinacional francesa Schneider Electric.

Fundada en 1952, LG Chem es uno de los principales fabricantes del mundo –como explica Ignacio Mártil, colega en esta sección de blogs–. En 2020 se ha alzado a la primera posición como mayor proveedor global de baterías para vehículos eléctricos en los primeros siete meses de 2020, con una cuota de mercado superior al 25 %, como ha informado el diario Cinco Días.
Por su parte, Schneider Electric mantiene una fuerte presencia industrial en España desde hace décadas, con varias plantas: Meliana (Valencia), Puente la Reina (Navarra), Munguía (Bizkaia), Griñón (Madrid), y dos en Cataluña, en Capellades (Lleida) y en Molins de Rei (Barcelona), en las que fabrica desde equipos de baja tensión y pequeño material eléctrico hasta media tensión y soluciones de renovables, pasando por armarios y envolventes, entre otros bienes.
Ambas tendrían con las instalaciones de Nissan una oportunidad para sus intereses. La surcoreana podría contar con un centro en el sur de Europa, con una buena ubicación geográfica y una óptima red de comunicaciones con el continente ya que entre sus clientes se cuentan fabricantes de vehículos eléctricos como Renault, Audi, Volkswagen y Daimler (además de las surcoreanas Hyundai y Kia), por citar algunos.
En el caso de Schneider Electric un centro de producción de estas características consolidaría su actividad industrial y complementaría su catálogo de soluciones para recarga eléctrica y almacenamiento de energía, dos de las grandes apuestas de futuro para la compañía con las que cierra el círculo de su oferta al mercado.
Las baterías, núcleo del futuro
Lo que resulta evidente es que las baterías son un componente fundamental para las crecientes tendencias en los ámbitos eléctrico y energético; tienen su «particular encanto»: son una pieza esencial en los vehículos eléctricos que, gracias a las crecientes mejoras en su eficiencia y en su tiempo de carga, entre otros aspectos, están permitiendo el lanzamiento de modelos de coches sostenibles con mayor rango de autonomía y que se cargan en periodos que ya pueden bajar de los diez minutos.
En este contexto, a pesar del frenazo que ha supuesto la crisis del COVID-19, las ventas de vehículos eléctricos no dejar de crecer, si bien Asia está siendo el gran impulsor de esta tendencia, como se puede ver en este gráfico de Statista. Y los coches eléctricos necesitan baterías cada vez más modernas y eficientes.

A esto se une que, en tecnologías como el autoconsumo –ámbito dentro de las renovables llamado a ser parte de la ansiada recuperación–, las baterías otorgan estabilidad a un elemento que por su naturaleza no es gestionable: la energía procedente del sol que capta un panel fotovoltaico. En una instalación de este tipo permite al usuario o a la empresa almacenar la energía producida en las horas de irradiación solar para consumirlas durante la noche, por poner un ejemplo.
Baterías, área estratégica
Así las cosas, las baterías se revelan como un área estratégica a la que la industria nacional debe prestar atención; y no solo eso, la Administración Pública debe ser un actor facilitador para que centros de producción, investigación y desarrollo de estas tecnologías se instalen en España, dada su importancia en la revolución energética que está llamando a las puertas.
España ya se quedó fuera de la European Battery Alliance, una iniciativa de la Comisión Europea que cuenta con un plan de ayudas de 3.200 millones de euros, en el que están involucrados siete países: Alemania, Bélgica, Finlandia, Francia, Italia, Polonia y Suecia.
No podemos dejar pasar este tren. La Administración debería dar señales claras de que la apuesta por la movilidad sostenible es clara, con incentivos fiscales atractivos para ir dejando progresivamente el motor de combustión. La oportunidad que se presenta con las instalaciones de Nissan y su capital humano es una ocasión única.
Buena semana. Sean prudentes y cuídense mucho.
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