Inicio / Opinión / Miguel Ángel Jiménez / La uberización del sector de las instalaciones

La uberización del sector de las instalaciones

Hace un mes participé en un debate que contó con el respaldo de ABB y la colaboración de APIEM, en el que se puso sobre la mesa una sorprendente, o quizás no tanto, idea: la posibilidad de la uberización del sector de las instalaciones; es decir, se dibujó un futuro algo inquietante en el que miles de autónomos, profesionales de la instalación, trabajarían para corporaciones más grandes (eléctricas, seguros, constructoras, grupos de infraestructuras…) como mera mano de obra en un contexto de mercado en el que podrían haber perdido el contacto directo con el cliente, o al menos la relación privilegiada de proximidad que siempre han tenido.

¿Es esto factible? La uberización es un término de moda, que viene a definir las actuaciones de plataformas de economía colaborativa en las que, gracias a internet y a la aplicación de las nuevas tecnologías, unas empresas o personas ponen a disposición de otros particulares diversos bienes y servicios, sin necesidad de mediadores.

La plataforma Uber, que facilita vehículos de transporte con conductor, es el origen del término uberización.

Este modelo ya se ha puesto en práctica, en algunos casos con notable éxito, en los ámbitos residencial y turístico, en el transporte urbano (el éxito de Uber es el que da nombre al concepto), la comida a domicilio…, porque se está consolidando en la sociedad cada vez más la tendencia a abandonar el concepto de propiedad en favor del de pago por uso. Es también la práctica de plataformas o apps que operan bajo demanda y que lo que hacen es digitalizar de alguna manera una actividad que antes era analógica, eliminando de paso en muchas ocasiones a intermediarios.

¿Está cerca esta uberización?

Pero este fenómeno económico esconde elementos menos naíf y claramente injustos, como es la desaparición de la relación laboral más tradicional por nuevas formas de explotación del trabajador que se adhiere a estas plataformas (los tribunales ya se han pronunciado en contra de compañías como Deliveroo o Glovo, por poner algún ejemplo), donde la pretendida flexibilidad del ‘autónomo’ es ficticia.

En este sentido, el temor de muchos profesionales de la instalación es que este modelo se introduzca en el sector de material eléctrico (y otros afines, como telecomunicaciones o climatización) y se pueda consolidar en un futuro –más o menos cercano o lejano, en función del estado de ánimo del interesado–. Se adivina ya esta evolución con la conducta de corporaciones como Iberdrola, Repsol, Leroy Merlin, Mapfre, etc., que poseen bases de datos ingentes y que cuentan con sus propias redes de instaladores para numerosas actividades: desde la implantación de soluciones de autoconsumo y generación fotovoltaica hasta la reforma de la instalación eléctrica, por citar algunas. Ya lo había comentado en un post anterior hace varios meses.

Las instalaciones fotovoltaicas son una de las áreas donde están entrando con fuerza las grandes compañías energéticas.

La asesoría técnica tiene un valor y un precio

No obstante, como argumentaba Juan Manuel Fernández en su reciente blog, el instalador debe empezar a cambiar de mentalidad y darse cuenta que su mano de obra –técnica, cualificada y con responsabilidad–, tiene un valor y tiene un precio. Las labores de asesoría técnica, sus conocimientos tecnológicos, su experiencia, la mejora en la eficiencia energética, ahorros y confort que aporta a sus clientes, etc., etc., deberían trasladarse a su minuta; y no el margen, cada vez más exiguo, que consiguen en la compra del producto que van a instalar. Ese es un camino que cada vez tendrá menos recorrido.

En esta línea, me gustaría transmitir optimismo ya que, sin ir más lejos, las consultoras tecnológicas, las ingenierías y otros actores de la prescripción cobran sin sonrojarse su tiempo de dedicación –su mano de obra– a sus clientes; venden conocimiento, expertise y una intermediación de valor. Me pregunto por qué no transitar esa misma senda en el caso de las empresas instaladoras.

Aquí sí que hay un verdadero reto porque se trata de vencer muchas inercias que vienen de lejos, pero es importante dar pasos en esta dirección. Las asociaciones sectoriales, como siempre comento, tienen un papel esencial para que el profesional de la instalación gane autoestima y pueda ocupar su espacio frente a las grandes corporaciones.

Quiero añadir, parafraseando a un conocido presentador y humorista de televisión, que cuando se habla de plataformas colaborativas como las mencionadas, siempre hay alguien detrás que se lo está llevando ‘crudo’ y engordando su bolsillo.

No dejéis de enviar vuestros comentarios y opiniones.  Felices Fiestas y mis mejores deseos para 2020. Nos vemos en enero.

Notificar nuevos comentarios
Notificar
guest
2 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
F. Gallardo
F. Gallardo
11/01/2020 12:12

Este tipo trabajo se hace desde los años setenta y no va a cambiar.

Scroll al inicio