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¿La distribución de material eléctrico tiene glamur?

Por Miguel Ángel Jiménez

La definición que nos facilita la RAE de la palabra glamur –“encanto sensual que fascina”– no suele aplicarse a los sectores tecnológicos, pero bien es verdad que ámbitos como la telefonía móvil, la ingeniería aeronáutica, la robótica o la iluminación creativa despiertan un elevado interés en profesionales de otros campos, de jóvenes y estudiantes, mucho más que otras actividades.

En este sentido, la distribución de material eléctrico es un sector que despierta poco atractivo en los jóvenes, tal como se puso de manifiesto en una reciente mesa redonda organizada por la revista Cuadernos de Material Eléctrico. Se trata de una barrera que se encuentran los directivos de estas empresas, muchos de ellos confiesan que tienen dificultades para atraer talento joven y nuevos profesionales.

Estamos ante un hecho paradójico, ya que, como conviene recordar, el canal de la distribución se halla en el centro de una auténtica revolución que ya se está empezando a producir: la electrificación creciente de la economía y la tendencia hacia la sostenibilidad en la industria y en la sociedad. Los distribuidores han dejado de ser meros almacenes y se han convertido en transmisores de tecnología a sus clientes, a los instaladores y prescriptores, en actores activos que impulsan, en colaboración con el fabricante, los avances que están permitiendo transformar y mejorar viviendas, oficinas, hoteles o fábricas.

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La electrificación de la economía es una tendencia imparable. Y la distribución está en el centro de ese proceso.

Mejorar la imagen de la distribución de material eléctrico

¿Por qué, entonces, pervive ese aroma a empresa tradicional, poco glamurosa, en la distribución? Actuaciones en el pasado poco éticas, endogamia o un enfoque conservador del sector podrían ser algunas de las causas. No creo que sea una cuestión de remuneración, proyección profesional o impacto de la actividad de las empresas en la sociedad, ya que están trabajando en áreas de futuro como las energías renovables, la automatización de edificios o la implantación de la movilidad eléctrica, por citar algunas.

De ahí que algunos directivos presentes en el citado encuentro pusieran el foco en que es preciso realizar esfuerzos para mejorar la imagen del sector de la distribución, “que es un gran desconocido en los institutos de formación profesional y escuelas universitarias”. Quizás esta tarea corresponda también a instituciones y asociaciones, como es el caso de ADIME, entidad que ya tiene sobre la mesa esta preocupación.

Sin quitar el mérito al trabajo que están desarrollado en la buena dirección numerosas empresas del sector, donde incluso segundas y terceras generaciones han tomado el mando, parece que el canal de la distribución es un ámbito con una media de edad alta, en el que no se dan las suficientes oportunidades a las generaciones jóvenes, o al menos así se percibe. Figuras como el mentoring, el aprendizaje en colaboración o la promoción de titulados jóvenes son acciones que pueden contribuir a paliar este problema.

En suma, queda mucho camino por recorrer para aumentar la visibilidad y el prestigio de las empresas de distribución en la sociedad, trabajar para que sea un colectivo con más sex-appeal, si se me permite el anglicismo. Aquí la comunicación en todas sus formas adquiere gran importancia para mejorar esta situación.

Quizá haya que eliminar algunas barreras intangibles. Se admiten sugerencias.

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