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Tendencia nacional a la consuetudinaria chapuza

En estas semanas tras las elecciones del 20-D, prácticamente cada día se nos regala un giro inesperado en esta suerte de competición por alumbrar a la coalición política que liderará los destinos de España en los próximos cuatro años. Los ciudadanos observamos, entre resignados e indignados, a veces incluso atónitos, las declaraciones, exabruptos y descalificaciones que se dedican unos políticos que, se supone, quieren buscar alianzas y consensos. Será por aquello de “amores reñidos, amores queridos”.

Lo que la gran mayoría desea es que este proceso, si es que se puede calificar así, no desemboque en chapuza, un logro al que nunca renunciamos en nuestro país y que parece nuestra contribución al acervo occidental; algunos lo llaman capacidad de improvisación. Viene esto a cuento porque, como ya es casi costumbre y denuncian varias asociaciones sectoriales, España lleva un retraso de más de 18 meses en la transposición de la Directiva de 2012/27/EU de Eficiencia Energética, uno de cuyos puntos más importantes es todo lo referente a la realización de auditorías energéticas. Precisamente, el pasado 5 de diciembre de 2015 cumplía el plazo para que las empresas no pymes (más de 250 trabajadores y una facturación superior a 50 millones de euros) hubieran realizado una auditoría energética o tuvieran implantado un Sistema de Gestión Energética (véase el reportaje en el último número de Cuadernos de Material Eléctrico).

Lo curioso, y comienza ese trabajo fino típico de aquí, es que, como señala Antonio López-Nava, gerente de la asociación A3e, esa obligación de realizar una auditoría energética para las empresas todavía no es efectiva, si bien “paradójicamente, el Gobierno español sí que ha publicado las sanciones por incumplir los plazos, que alcanzan los 60.000 euros”. Primero se penaliza con multas, se exige el dinero y luego ya veremos qué hacemos. ¿Les suena? Esta situación está generando una notable sensación de incertidumbre y desconfianza entre numerosas compañías y está perjudicando de alguna forma un ámbito que supondría un volumen de negocio para las empresas del sector de cerca de 160 millones de euros.

De ahí también que muchas empresas que son susceptibles de acometer estas auditorías, lo que sería un primer test de su eficiencia energética y que permitiría definir recomendaciones que generarían ahorros y una mayor competitividad, no se han decidido por abordar estas actuaciones o, lo que es peor, desconocen que sea obligatorio hacerlo. Los profesionales perciben ciertas resistencias y recelos en muchas organizaciones para realizar estas auditorías. Se escuchan todavía frases como “llevamos funcionando así desde hace 30 años”, para qué cambiar, como desvela la Federación Nacional de Gestores Energéticos (FENAGE). No terminan de creer en la utilidad real de la auditoría energética; muchos creen que con nulas o pocas inversiones se pueden conseguir grandes resultados, y optan por hacer la ya consabida especialidad nacional, una “faena de aliño” para salir del paso. Algo así como los certificados energéticos realizados a través del teléfono.

No obstante, cabe decir que una proporción elevada de empresas en sectores como industria, hotelero o sanitario ya han llevado a cabo algún estudio energético y aplicado medidas de ahorro, ya que en ello se juegan mucho para reducir sus costes. Pero falta una concienciación mayor y “entender la eficiencia energética como un proceso de mejora continua”, como detalla Antonio López-Nava, y que forme parte de la gestión integral de una organización.  En esto también nos queda mucho camino por recorrer.

Esperemos que en este 2016 que acaba de arrancar abandonemos esa tendencia nacional a la “consuetudinaria chapuza”, como la definió el escritor español Juan Eslava Galán, y tanto en lo político como en lo energético avancemos por la senda de las cosas bien hechas.

Y volviendo al primer párrafo, en referencia al contexto político actual, recordemos aquí una muy acertada frase del autor irlandés George B. Shaw, que recupera el citado Eslava Galán en uno de sus últimos libros: “A los políticos, como los pañales, conviene cambiarlos de vez en cuando… y por las mismas razones”. ¡Buen comienzo de año!

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