Tomo prestada esta expresión de mi amiga Aída, ferretera de Cocentaina. Ella, como muchos ferreteros, lleva con su tienda cerrada desde que comenzó el estado de alarma, hace ya casi un mes. Un mes que parece casi una vida. Un mes, en el que el mundo se ha transformado por completo. ¿Qué nos esperará cuando el mundo resurja y nos enfrentemos a un nuevo escenario, desconocido?
Científicos, historiadores, periodistas, filósofos, analistas económicos… Todos intentan responder a esa pregunta, mediante la comparación con otros desastres similares del pasado (guerras mundiales, depresión económica del 29…). ¿Cómo reaccionaremos cada uno de nosotros, en nuestra cotidianidad? ¿Tendremos miedo de acercarnos demasiado a otras personas? ¿Nos asustará ir a bares, restaurantes, hoteles…, probarnos ropa en las tiendas, coger un avión para ir a otro país? Probablemente. Al menos, durante un tiempo.