Durante décadas, las cooperativas de ferretería han sido organizaciones vitales para la supervivencia y el desarrollo de la tiendas de proximidad, tanto generalistas como especializadas. Su capacidad de interlocución con los fabricantes, el aporte de un almacén con miles de referencias de distintas familias y diferente rotación, un servicio adaptado a las características de sus socios, han sido valores que las han convertido en elementos clave en el canal tradicional.
En los últimos años, el sistema cooperativo, sin embargo, se ha dado de bruces contra un mercado que ha cambiado muchos de sus paradigmas y se ha contraído de una forma a veces dramática. La consecuencia visible ha sido la concentración de entidades; más por cuestiones de supervivencia que por convencimiento. Hoy ya no existen Cofedeva, Cofedal, Iruña, Unife, Cifec o Cofac, por no citar a otras más pequeñas. Ahora contamos con Las Rías, Coferdroza, Synergas, QF Plus, Coinfer, Comafe, Coanfe y Coarco, entidades en teoría más viables, pero, en mi opinión, con una problemática muy parecida.
Los propios estatutos cooperativos, obsoletos por anacrónicos, son la primera barrera para la imprescindible modernización de este tipo de organizaciones. La toma de decisiones mediante la fórmula un socio, un voto, la segunda. La intromisión permanente de los consejos rectores en el día a día de la entidad, la tercera. El perfil de los gestores –fichados obviamente por los consejos rectores- la cuarta. El corporativismo -tendencia abusiva a la solidaridad interna y a la defensa de los intereses del cuerpo-, la quinta. La deslealtad de los socios, la sexta. El escaso interés por parte de los equipos gestores de las circunstancias particulares de los socios, la séptima. La incapacidad de desarrollar y mantener cadenas de venta estables en el seno del mundo cooperativo, la octava. La heterogeneidad de las masas sociales, la novena. La escasa formación empresarial y la falta de perspectiva de los socios, la décima.
Que hay diferencias, claro. Analizadas una por una, no todas las cooperativas de ferretería responden al decálogo anterior en su totalidad o no con la misma intensidad, y se nota en sus resultados y en su capacidad de generar valor para los socios. Pero, en general, las cooperativas necesitan cambios –entre bastantes y muchos- y los necesitan ya. O acabarán cayendo en la irrelevancia y dejando a sus socios a merced de un mercado cada vez más amenazante.