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Las ferreterías molan

No hay duda, las ferreterías molan. Nada más abrir, tras casi tres meses de confinamiento, se han visto desbordadas por clientes que necesitaban reponer menaje, reparar persianas o cisternas, colgar un cuadro o una estantería, o acabar de pintar el cuarto de los niños.

“Las ferreterías molan porque están cerca de casa y te asesoran bien. Algunas ofrecen montarte la barra de las cortinas, el bombillo de la cerradura, la cuerda de la persiana o el toldo de la terraza”.

Las ferreterías molan porque son las farmacias del hogar.

“Si no tienes lo que buscas, se ofrecen a conseguírtelo en pocos días y si no te sirve lo que compras te devuelven el dinero o, al menos, un vale que puedes canjear cuando te venga bien”.

“Las ferreterías molan porque te venden dos tornillos, dos arandelas y dos tacos y no te obligan a adquirir un blister del que te sobran el 90% de los elementos”.

“Los dependientes que te atienden en el mostrador saben interpretar lo que quieres aunque tú no lo sepas. Y miran por tus intereses vendiéndote siempre lo más barato”.

“Son como un museo, encuentras cosas sorprendentes que no sabes para qué sirven, pero que seguro sirven para algo. Cosas que no encuentras en ningún otro comercio”.

“Para mí son como la farmacia del hogar y te sacan de cualquier apuro”.

“Me parecen ideales para las urgencias. Bajas a la tienda y en unos minutos vuelves con lo que necesitas. Cuando quiero hacer un proyecto, voy a Leroy Merlin”.

“Hay que apoyar al comercio del barrio y por eso compro en la ferretería, aunque es más cara que los centros de bricolaje”.

Todas estas afirmaciones las he recogido entre familiares, amigos, vecinos y conocidos, en general y confirman que las ferreterías molan mucho.

¿Tanto como para sobrevivir?

Cuidado con los rebrotes del COVID-19. Feliz semana.

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