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Autoservicio con alma

Por Juan Manuel Fernández

Del autoservicio con alma voy a hablar en este gélido lunes de febrero. Del autoservicio de una librería que conocí hace unos días y que me ha impactado. Se trata de “La Central de Callao”, situada a pocos metros de la madrileña Plaza de Callao.

Para los que no la conozcan, les diré que tiene 1200 metros cuadrados repartidos en tres plantas, y que incluyé un café conocido como El bistró, una coctelería, una sala de presentaciones llamada El garito, y una tienda delicatessen de productos culturales.  

Hasta la escalera te engancha con recomendaciones “pensadas para ti”

Ochenta mil libros aproximadamente se muestran en sus estanterías y mesas, dispuestos de forma que enganchan al visitante y le transportan a mundos como el de la poesía, la novela negra o de viajes o los clásicos universales. En régimen de autoservicio se muestran, pero de un autoservicio con alma.

El cuidado y el cariño con los que se presentan los ejemplares, unidos a recomendaciones escritas de los libreros y al ambiente general de la tienda, envuelven al visitante en una atmósfera irresistible dentro de la cual te llevarías todos los libros que pudieras cargar.

La atmósfera que crea la librería invita e incita a la compra. Y elimina barreras, incluso la del precio.


Vendemos productos de ferretería, no libros

¿Y qué tiene que ver una librería con una ferretería?

En mi opinión, mucho:

  • La cantidad de referencias y la diversidad de familias,
  • la complejidad de la oferta,
  • la amenaza que supone para las tiendas física la venta “on line”,
  • la importancia del stock ,
  • la necesidad de visibilizar la oferta,
  • el valor que aporta la confianza que se desprende de un buen asesoramiento…

La Central de Callo es un ejemplo de cómo ha evolucionado el autoservicio. De unas estanterías industriales, frías, destinadas a mostrar productos de forma masiva, a unos mostradores y muebles acogedores que:

  • generan ambientes que invitan a tocar y a imaginar,
  • personalizan el producto,
  • lo contextualizan en forma de proyectos,
  • eliminan barreras mentales -incluido el precio-
  • y promueven una nueva forma de compra, casi tan cálida como la que proporciona un buen dependiente.
La ferretería también es capaz de conseguir espacios con atmósferas que inviten a la compra.

Me recordaba la librería madrileña -salvando las distancias- a algunas ferreterías con nombre y apellidos: Madriferr, Keerl, Apezteguía, Herco, GariHogar, Ferrokey Las 3 Llaves. Todas ellas me transmiten también sensaciones gratas, fruto seguramente, del alma que se desprende de un autoservicio que se convierte -de verdad- en un vendedor de confianza.

Feliz semana

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