San Fermín

Hoy, viendo el penúltimo encierro de los Sanfermines por la tele, he reconocido una similitud con el sector de ferretería y bricolaje. Puede que sea cosa del calor asfixiante de los últimos días, puede que solo una alucinación. Se lo cuento y juzguen ustedes, amigos lectores.

El espacio que abarca desde los toriles hasta la Plaza de Toros, pasando por la Cuesta de Santo Domingo, Ayuntamiento, Plaza Consistorial, Mercaderes, Estafeta, Telefónica y el Callejón, sería el mercado, el sitio en el que todos compiten por hacer una buena carrera. Los toros serían los consumidores. Dirigidos por los mansos –los elementos que influyen y condicionan los hábitos del comprador- van corriendo cuesta abajo atendiendo ora a los mansos, ora a los corredores, ora a cualquier factor que distraiga su atención, un grito, un movimiento en las barreras o un resbalón propio-. Los corredores serían los detallistas.

Cuando se abren los toriles, esperan expectantes la trayectoria y la velocidad de los morlacos, para coger la mejor posición y echar a correr entre los pitones. Bueno, no todos, los hay que enseguida se asustan, se arriman a la pared o a los burladeros y dejan pasar el torrente de patas y kilos con un suspiro de alivio y un rictus de terror. Entre los que mantienen la carrera, los hay de tres tipos: los temerarios, que se dejan encimar por aquello de parecer más valientes; los torpes, que tropiezan hasta con su propia sombra; y los profesionales, esos que llevan doblado el periódico en la mano y tantean con oficio y distancia al astado, al par que son capaces de librar, con un empujón o un grito, de una cornada a los temerarios y torpes.

Independientemente del comportamiento de los corredores, el encierro sigue su curso y acaba desembocando en el coso. Así cada día. Lo mismo que en el sector de ferretería y bricolaje hay heridos por asta de toro, pisoteados por la manada o por otros corredores, contusionados por golpes contra burladeros o el asfalto y, desgraciadamente, de vez en cuando, muertos. También rápidas y limpias carreras, quiebros excelsos y actos de heroísmo.

En resumen, el encierro –el mercado- es algo emocionante y espectacular, pero también trágico cuando no se está a la altura de los toros –los consumidores-. Cada día hay que correrlo con profesionalidad, estudiando el comportamiento de los toros, midiendo las distancias, sorteando los obstáculos, compitiendo por el mejor sitio pero ayudando también a los que lo pasan mal en un momento dado. Y dejando en el camino, desgraciadamente, a los temerosos, a los torpes y a los temerarios.

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Gunter Diedrich
Gunter Diedrich
15/07/2015 19:35

Felicidades Juan-Manuel por esta comparativa muy interesante & buena invitando a reflexionar.
Ya sabes, los buenos se entrenan y saben correr,…lo más importante es correr y no quedarse quieto,…pero también los buenos corredores entrenados a fondo a veces se caen, …pero por lo menos saben levantarse tambien de formá rapida y correcta para evitar ser corneado.
Muchas gracias, fue un placer leer tus palabras!

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