Ahora que se denigra tanto la casta política, yo me voy a permitir el lujo de reivindicar la casta de los ferreteros que, contra viento y marea, siguen manteniendo la llama del comercio de proximidad basado en el conocimiento del entorno y el asesoramiento personalizado. Son esos ferreteros que en momentos confusos como los que vivimos, se empeñan en dar una vuelta de tuerca a sus propuestas y deciden reformar sus establecimientos o abrir nuevos en zonas que ellos consideran de oportunidad.
Algunos de ellos ya han sido reconocidos en Cuadernos de Ferretería y Bricolaje o en nuestra web, otros todavía están afinando sus proyectos y tardarán algunos meses aún en hacerlos visibles. Todos forman parte de una casta de empresarios y emprendedores que no se arredran ante nada y que, por el contrario, saben aprovechar un mercado que algunos llaman líquido al que se adaptan con rapidez y con una mezcla virtuosa de intuición y experiencia adquirida a través del ADN.
Los hay veteranos curtidos en mil batallas y jóvenes con tanta visión como ilusión. Están en los cuatro puntos cardinales del país, hablan con distintos acentos o idiomas, se integran o no en las diferentes organizaciones de distribución, pero tienen en común una vocación comercial a prueba de bombas, un compromiso cercano y real con sus clientes y una mente abierta y permeable a las nuevas técnicas de venta y a las nuevas exigencias del comprador.
Se dejan aconsejar por los proveedores –fabricantes o distribuidores- pero pasan todo por el tamiz del conocimiento de su entorno. Aplican las nuevas tecnologías, pero las humanizan y las ponen al nivel en que sus clientes las entienden. Lideran equipos pequeños pero comprometidos con los proyectos y con su patrón. Miran al futuro pero abren día a día sus establecimientos como si fuera el último y quisieran ser recordados siempre como el mejor comerciante del pueblo o del barrio.
Por esta casta escribo cada lunes este blog con renovados bríos y con un profundo respeto y agradecimiento por su labor. Sus nombres y apellidos, los detalles de su pequeño o gran establecimiento, sus proyectos futuros, están siempre conmigo y me animan a ser optimista en un mundo que, por otra parte, no tiene mucho a lo que agarrarse.





