El sábado pasado me pasé por la ferretería de mi barrio. Hacía muchos meses que no lo hacía. El verano, mi accidente, en fin… Pero el sábado pasado, a eso de las doce o doce y media, comisionado por mi mujer, acudí a mi ferretería de toda la vida para comprar unas bombillas, unas pilas y unos ganchitos para la ropa. Las sensaciones que experimenté fueron todas buenas. La tienda había sido remodelada y ampliada de acuerdo a los nuevos parámetros de la enseña Ferrokey. Dominio del verde, segmentación de la oferta clara, mostradores modernos, exposición limpia, luminosidad sobresaliente, folletos de las últimas promociones por toda la tienda. Daba alegría estar allí.
Y no era el único. La ferretería estaba a esas horas, a tope. Colas en los mostradores, tiques de compra uno tras otro, variedad de productos adquiridos y mucho trasiego de bolsas. Particulares y profesionales juntos; los segundos directamente al mostrador y pidiendo con criterio y con prisas; los primeros, revoloteando por los lineales, dudando, pensándoselo, pidiendo consejo a los dependientes, valorando la utilidad, el precio y la calidad de los artículos.
No tuve tiempo de cambiar impresiones con los propietarios porque no daban abasto, pero sus caras no dejaban lugar a dudas. Estaban contentos y las ventas iban bien.
Elevar la anécdota a categoría tiene sus peligros y mi experiencia del sábado es eso, anecdótica; pero, como con los años, uno acaba siendo capaz de sacar muchas conclusiones con pocos datos, me atrevo a decir aquí que la ferretería de barrio, bien surtida, gestionada y adaptada a las necesidades de su entorno, tiene futuro en este país.
No es la primera vez, en estos años de travesía del desierto, que he podido comprobar que este tipo de ferreterías generalistas ha transitado por la crisis con menos problemas que las más grandes y/o especializadas. Al fin y al cabo, cuando necesitas una bombilla, unas pilas y unos ganchitos para reponer, no te andas dándole vueltas ni aplazándolo para cuando vuelvan las vacas gordas. Vas a la ferretería del barrio y lo compras.





