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El libre mercado

El blog de Javier Barrio del jueves pasado ha levantado tal polvareda dentro y fuera de la web que me siento en la obligación de matizar algunos extremos. Primero, que vivimos en un libre mercado, donde todo lo que no está prohibido está permitido, aunque a algunos les apetecería más que todo lo que no estuviera prohibido fuera obligatorio. Segundo, y derivado del primero, que en la cadena de valor, proveedores y clientes negocian libremente y llegan o no a acuerdos. En este caso también hay actuaciones para todos los gustos. Unos proveedores abogan por plantillas transparentes en las que cada cliente sabe cuál será su precio de cesión en función del grado de implicación y compromiso con la marca. Otros hacen lo que pueden en cada caso y procuran llevar las negociaciones con la máxima discreción para evitar filtraciones que les puedan dejar en situaciones violentas según con quien. Tercero, más allá de las llamadas buenas prácticas comerciales y de lo difícil que es establecer un decálogo generalmente aceptado al que pueda darse ese apelativo, las relaciones proveedor-cliente suelen moverse en un clima de tensión permanente propiciado por los avatares propios de un mercado que evoluciona no siempre de una forma lógica.

El caso de Teyoland y sus relaciones con los proveedores se ha convertido en poco tiempo en el paradigma del mercado actual de ferretería y bricolaje, donde se combinan en altas dosis riesgo y oportunidad. Lo novedoso y ambicioso de la iniciativa, la oportunidad que supone para las marcas ocupar unos cuantos metros de lineal en un establecimiento en el que se espera mucho tráfico, el tipo de negociación que propone a los proveedores –mercancía en depósito-o la contestación que ha provocado entre la distribución tradicional, ha provocado una gran convulsión que –en mi opinión- no tiene por qué ser mala. Acepto que provoca inquietud y desasosiego pero también pone a todos en alerta y obliga a replantearse muchas cosas. Y eso, casi siempre, produce avances en la cadena de distribución que acaban aportando más valor al consumidor. Y recuerden, también en ferretería y bricolaje el mercado es libre.

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