La noticia del fallecimiento súbito de Carlos Pérez Padrón cayó la semana pasada como una bomba entre sus amigos y conocidos del sector. Nadie se lo podía creer. Carlos estaba en plena forma. Hacía tres meses acababa de tener su cuarto hijo, Carlos, el primer varón. Le esperábamos en Sevilla para la ceremonia de entrega del VI Premio Txema Elorza, pero su apretado calendario de viajes le impidió acompañarnos. De hecho, la muerte le sorprendió en Querétaro, México ,tras volar desde Santo Domingo el día anterior. Por eso, nadie podía asimilar que nos hubiera dejado así, tan de repente.
Tuve la ocasión de compartir muchas horas con él cuando escribí su semblanza como finalista del IV Premio Txema Elorza a los valores humanos y profesionales en el sector de ferretería y bricolaje. Aunque le conocía desde mediados de los noventa, cuando comenzó a entender que el futuro pasaba por China, fue entonces, en la primavera de 2010, cuando tuve el privilegio de conocer su vida y su obra y de disfrutar de los rasgos de su carácter -hospitalario, afable, conciliador, generoso, discreto- y de una conversación plácida en la que deslizaba poco a poco su filosofía de vida y sus conceptos empresariales, aplicados en el día a día de Eurolatón, su empresa.
“Para saber dónde estás –decía- tienes que saber de dónde vienes” Y él lo sabía bien, de Villagarcía de Arosa, de una familia de comerciantes que querían que estudiase, aunque él lo que quería era trabajar. Reconocía no ser muy listo, “por lo cual solo me queda trabajar, trabajar y trabajar… y rodearme de personas que saben más que yo, y compartir el éxito con mis colaboradores y con los clientes”. “Conocer a gente buena, hacer negocios, crear riqueza” eran sus recompensas por tanto trabajo.
Decía a todo el que quisiera escucharle que “la vida es sencilla: ver amanecer cada día, estar con los amigos, la familia, trabajar con amor por lo que haces, un buen libro, la música –tenía una buena voz-… Somos nosotros los que nos empeñamos en complicarla”
Muchos de sus amigos, Luis, Juanjo, Felipe, José Luis, Miguel Andrés…, podrían contar anécdotas y vivencias con él, que no harían más que reforzar su perfil de persona que ha dejado huella profunda en su entorno. Todos le recordaremos como un emprendedor y un ejemplo de generosidad, discreción y tenacidad. Yo particularmente me quedo con una de sus sentencias “Hay que invertir para que el futuro sea como yo quiero que sea”.
Descansa en paz, Carlos.
No tuve la suerte de tratar a Carlos, sólo le saludé y hablamos durante los días que compartimos en Santiago de Compostela con motivo del IV Premio Txema Elorza.
No obstante, sí tenía conocimiento de su persona por lo mucho y bien que me hablaban amigos comunes. Siempre me impresionó su personalidad, profesionalidad y sobre todo su gran generosidad, obligadamente discreta y huyendo de toda notoriedad.
Tuve la gran suerte de tratar, durante la cena del citado IV Premio Txema Elorza, a sus padres, don Manuel Pérez y doña Pura Padrón. Qué sabiduría, escucharles fue un placer y entendí el origen de los valores que admiraba de Carlos. El refrán “de tal palo tal astilla” era más verdad que nunca.
Desde aquí les envío mi más sentido pésame a ellos a su mujer e hijos y a todos sus amigos, como Juanjo Jaén.
Hoy, todo el sector estamos de luto por esta gran pérdida.
La verdad es que la noticia nos ha sorprendido a todos.
Yo también tuve el placer de conocerle. Recuerdo cuando me lo presentó nuestro amigo común Juanjo y aluciné con las historias y experiencias que contaba, por la mundología que tenía y, aún más, por la llaneza con la que contaba las cosas.
Un ejemplo como empresario y, dado que fue finalista en los Txema Elorza, un ejemplo como persona.