Semana Santa pasada por agua. Ni siquiera el tiempo da tregua. Después de un primer trimestre en general peor que el de 2010, se esperaban buenas noticias al comienzo del segundo, pero abril, aparte de aguas mil, tampoco ha sido para tirar cohetes. Siguen subiendo el paro y la inflación y bajando el consumo y -me temo- que las ganas de invertir y de trabajar. Y si lo que sube es malo, lo que baja es mucho peor.
Este país siempre ha destruido más empleo que ninguno de nuestro entorno cuando hemos entrado en periodos de crisis y la inflación responde también a dos fenómenos clásicos: la alta dependencia energética exterior y el carácter especulador de muchos operadores que lo único que aportan a la cadena de valor es eso, inflación. En este primer trimestre de pasión hay, sin embargo, algunas buenas noticias: Crecen de forma muy significativa las exportaciones -por encima de las importaciones- y aumenta el número de turistas. Dos elementos que tradicionalmente han estado en el origen de las recuperaciones post-crisis de las últimas décadas. Así que unas noticias malas por otras buenas.
Por eso, lo que me parece más alarmante es, como apuntaba más arriba, la falta de espíritu que detecto en muchos empresarios y trabajadores, que parecen haber tirado la toalla. Los primeros, por su falta de ambición y sus permanentes lloros. Los segundos por su desidia y la forma miserable de perder el tiempo y hacérselo perder a los demás, a base de marear la perdiz y de no afrontar de verdad las tareas por las que se supone les pagan. Esto sí que es fatal para un país y para un sector, llámase ferretería y bricolaje, turismo o artes escénicas.
Déjense de zarandajas unos y otros y tomen nota de los que dan ejemplo -que afortunadamente los hay- abriendo nuevas áreas de negocio y nuevos mercados; reinventándose cada día para estar a la altura de las circunstancias, invirtiendo y trabajando más que nunca. A ver si de verdad, pasada la Semana Santa, se produce la resurrección; al menos de los que se la trabajan.
