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Instaladores y teletrabajo

En un tiempo en el que el teletrabajo está en la mesa de cualquier directivo, –también en el sector eléctrico– me pregunto qué piensan los instaladores del tema. Porque, para ellos, no tiene ningún sentido. A quien realiza su trabajo a pie de obra, teletrabajar le debe parecer como uno de los misterios inextricables de las religiones monoteístas.

Pero, asumiendo que instalación y presencialidad son como hermanos siameses, o sea inseparables, la pregunta es qué deben pensar los instaladores cuando llaman a un proveedor para que les sirva un material urgente o les asesore en un proyecto complejo y se encuentran con que la persona que debe atenderles está teletrabajando a cientos de kilómetros de la empresa que les contrata.

Si el teletrabajo está bien planteado, no se dará ni cuenta; recibirá una atención similar a la que recibiría en condiciones normales. Si no, puede sufrir lo que algunos sufrimos cuando tratamos de resolver un problema y nos encontramos con que la persona que nos atiende -teletrabajando- no tiene acceso directo a los datos de la empresa que en ese momento nos interesan: disponibilidad del producto, tiempo necesario para su entrega, características técnicas o instrucciones de uso y montaje, etc.

Las empresas que lo tienen bien organizado no entenderán lo que expongo, pero desgraciadamente no todo el monte es orégano. Y que no lo es lo demuestran cientos de artículos que se publican desde hace meses en los medios -generalistas y especializados.

La mayoría de los que he leído están analizados desde el punto de vista del trabajador: cómo afecta a su productividad, a su conciliación familiar, a su formación, a su carrera profesional dentro de la empresa.

Unos pocos están escritos teniendo en cuenta cómo afecta el teletrabajo a la empresa y a sus resultados: si se puede ahorrar en oficinas, si se puede controlar al trabajador igual que presencialmente, si se puede sustituir mano de obra nacional por otra más barata o de más talento -dado que la distancia ya no supondría una barrera para contratar-…

Lo que no he leído -salvo alguna alusión de pasada en algún artículo desde la perspectiva del trabajador o de la empresa-, es cómo afecta el teletrabajo a los clientes -por ejemplo a los instaladores-. Cosa que, en mi opinión, debería ser la clave del asunto.

Conviene analizar el teletrabajo desde el punto de vista del cliente, en este caso del instalador que está trabajando a pie de obra

La pandemia ha puesto en solfa muchos de los paradigmas de la sociedad de consumo y algunas cosas han quedado fuera del debate global: El consumidor -profesional o particular- está dispuesto a comprar por internet y es relativamente fácil devolver un artículo que no le satisface; no hace falta efectivo para realizar cualquier tipo de compra; cada vez se valora más el tiempo que consumimos en comprar; la tecnología facilita cientos de procesos, incluidos algunos relacionados con la medicina; las videollamadas y las RRSS nos acercan a nuestros seres queridos o a nuestros clientes…

Confianza y cariño

Me queda poco para jubilarme y quizá por eso no soy un buen ejemplo de cómo relacionarme con mis semejantes, quizá. En todo caso, me pregunto dónde quedan, en un mundo de teletrabajadores, aspectos como la confianza o el cariño. Ya saben, aquello de que “el roce hace el cariño”.

Si como parece, el ser humano somos una especie social -como las hormigas o los chimpancés- no acabo de entender que no se valore el trato personal cara a cara. Yo sí lo valoro. Tanto que me niego a interactuar con máquinas siempre que tenga una alternativa.

Y como al final se trata de eso, de alternativas. Prefiero tratar con una persona que con una máquina; prefiero ver a la persona que hablo que solo oírla; y prefiero estrecharle la mano que sólo verle en una pantalla; en resumen, prefiero empresas que me den un trato personal, de persona a persona.

Puede que diciendo lo que digo parezca un animal prehistórico, pero sigo confiando más en las personas que en las máquinas, más en un apretón de manos que en un documento de decenas de páginas con letra pequeña. Las palabras dicen mucho, pero el lenguaje gestual aporta información que a veces el interlocutor preferiría no transmitir. Y todo tiene que ver con la credibilidad y la confianza que transmite.

Me gustaría conocer su opinión sobre este tema: instaladores y teletrabajo.

Feliz verano. Y cuídense, que el COVID sigue haciendo estragos.

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