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Reindustrializando España: una nueva cadena de suministro

Como hemos comentado en artículos anteriores, la cadena de suministro está de moda. Más allá de la situación coyuntural actual, se discute, cada vez con más profundidad y extensión, sobre la necesidad de reindustrializar las economías occidentales. Demos un poco de perspectiva al tema.

La pandemia que oficialmente empezó en España en marzo de 2020 ha puesto de manifiesto que el modelo de cadena de suministro vigente desde la última mitad del siglo XX está cada vez más cuestionado y debe ser repensado.

Las consecuencias de la nueva geopolítica

La cadena de suministro actual fue diseñada en un mundo en el que dos bloques, este y oeste, se disputaban el dominio mundial bajo la premisa de la llamada “destrucción mutua asegurada” que establecía un statu quo con conflictos muy localizados de baja intensidad a cambio de estabilidad global. Los países industrializados, con altos costes de mano de obra, comienzan a buscar  dónde fabricar sus bienes de consumo al menor coste posible. Algunos países en vías de desarrollo se benefician de esta política de deslocalización y se convierten en las fábricas del llamado primer mundo que, progresivamente, desmantela su tejido industrial.

A finales de 1991 se disuelve la Unión Soviética. La República Popular China (RPCh) toma progresivamente el relevo como antagonista de los Estados Unidos y se convierte, además, en superpotencia económica. Llega a ser en uno de los principales tenedores de deuda pública estadounidense y la fábrica del mundo a la que acuden los países occidentales aprovechando los salarios bajos, la estabilidad que proporciona el régimen comunista y las facilidades concedidas a los clientes occidentales, buscando quien fabrique los bienes de equipo y de consumo que demandan sus mercados. La República Popular China se convierte así en el primer país exportador del mundo con un superávit comercial, en el pasado año 2020, de 535.000 millones de USD, de los cuales 310.000 corresponden al superávit crónico que mantienen en sus relaciones comerciales con EEUU (en 2020 China importó 124.500 millones de USD a EEUU y les exportó 434.700 millones de USD.   

Balanza comercial EEUU – República Popular China. Fuente: Elaboración propia a partir de US Census Bureau


En conclusión, como ya avanzamos, China y otros países como India, Vietnam o Tailandia se convierten en países productores de los bienes de equipo y de consumo que demandan los mercados occidentales.

Esta situación, aparentemente satisfactoria para todos, salta por los aires cuando se declara la pandemia. Las cadenas de suministro globales se paralizan y en los países occidentales nos damos cuenta de que dependemos de China hasta para fabricar mascarillas quirúrgicas o los respiradores que salvaron tantas vidas. 

El virus detiene la producción en las fábricas chinas y las compañías occidentales, ante la caída en la actividad económica que supone el confinamiento, cancelan de forma masiva los pedidos de compra a sus proveedores chinos.

Cuando a partir de marzo – abril de 2021 se relanza la actividad económica, los pedidos a las fábricas orientales se multiplican con un inmenso efecto látigo en el que todos piden más “por si acaso”.  Mientras tanto, el buque portacontenedores Evergiven con una capacidad de carga de 20.124 TEU, encalla en el canal de Suez y lo mantiene bloqueado durante varios días generando un monumental atasco en el que se ven involucrados casi 400 buques de carga.

Foto satelital de Evergiven boqueando el canal de Suez. Fuente: Modified Copernicus Sentinel data [2021], processed by Pierre Markuse – Container Ship


Los mercados sufren una fuerte sacudida por el impacto de este retraso en el suministro de un occidente ansioso por recuperar la normalidad tras meses de confinamiento.

Siguen los problemas y los proveedores chinos no son capaces de recuperar los ritmos de producción y exportación. Los frecuentes brotes en fábricas y los protocolos anticovid en los puertos ralentizan las operaciones de exportación. Por otra parte, China comienza a quedarse sin contenedores ya que estos se encuentran vacíos en los puertos occidentales al no encontrar flujos y mercancías de regreso al país asiático.

Todo este cumulo de circunstancias coyunturales es consecuencia de un problema estructural de mayor calado: las circunstancias geopolíticas y económicas que hicieron posible y eficientes esas largas cadenas de suministro globales han desaparecido, tornándose en un entorno mucho más turbulento e inestable que aconseja un profundo análisis de éstas con un replanteamiento de su complejidad, dimensiones y alcance.

La industria manufacturera en Occidente

Tras situarnos en el contexto general, veamos de manera muy simplificada y a través de algunas cifras, la situación actual de la industria española y de otros países industrializados.

A comienzo de noviembre pasado, CaixaBank Research publicaba el artículo Radiografía de la industria manufacturera española en el que sus autores, Judit Montoriol-Garriga y Sergio Díaz realizaban un análisis muy interesante del estado de la industria manufacturera española y ponen de manifiesto que nuestra economía ha vivido un proceso de terciarización muy fuerte en los últimos años. Así, mientras que en el año 2000 la industria manufacturera suponía el 17,8 por 100 del empleo y el 16,2 por 100 del Valor Añadido Bruto nacional (VAB) en el año 2014 había descendido hasta el 10,4 por 100 y el 11,3 por 100 respectivamente. A partir de ese año, el peso de la industria manufacturera se ha mantenido prácticamente constante.

Veamos cuál es el peso de este sector en otros países:

Peso de la industria manufacturera en el PIB nacional 2020. Fuente: macrotrends.com con datos del Banco Mundial

Como vemos en este gráfico, Corea del Sur y Japón, dos países cuyas relaciones con la RPCh nunca han sido buenas, son los únicos países industrializados que resisten a la industria manufacturera de ese país. Sin embargo, los países occidentales, salvo Alemania, caen todos por debajo del 15 por 100, con el caso extremo de Australia, cuyo sector manufacturero supone solo el 5,7 por 100 de su PIB.

Incluso la otrora poderosa industria norteamericana se rinde ante el coloso chino manteniendo un gran déficit estructural en su balanza comercial según veíamos en la figura 1.

¿Y qué hacemos?

Ante esta situación, la pregunta clave es, efectivamente, ¿qué hacemos? La solución, como podemos imaginar, no es fácil y, desde luego, se alarga en el tiempo. Cada vez más expertos plantean un análisis en el que los países occidentales definan planes nacionales e incluso a más alto nivel, léase UE, para poner en marcha una estrategia de reindustrialización selectiva de nuestras economías que reduzcan la dependencia exterior de nuestros sectores estratégicos.

Así escrito parece muy razonable. Sin embargo, el gran problema estriba en cómo traducir este enunciado a acciones concretas. El principal problema está en el horizonte de ejecución. Se tomen las medidas que se tomen, empezarán a dar fruto a medio y largo plazo y, como ya saben, los políticos se mueven, por lo general, con objetivos partidistas y  a corto plazo en busca del inmediato rédito electoral.  Por lo menos, intentemos esbozar una propuesta:

  1. Constitución de un organismo responsable de definir una Estrategia Nacional de Reindustrialización (ENRe) que integre técnicos del gobierno y de los partidos políticos nacionales así como de organizaciones empresariales, expertos de la universidad y fundaciones privadas que, en un tiempo tasado, diseñen la estrategia citada.
  • La ENRe deberá perseguir un nuevo modelo de industrialización basado en sectores estratégicos para la economía española, de alta productividad y, como proponen Montoriol y Díaz, sostenibles  y con una fuerte digitalización. Recuérdese que la industria está haciendo un esfuerzo extraordinario para mejorar sus procesos productivos reduciendo el impacto medioambiental de sus actividades sin renunciar, por supuesto,  a la rentabilidad.
  • Aprobación por las cortes de la ENRe y asignación de los recursos presupuestarios que permitan poner en marcha la citada estrategia.
  • Establecimiento de un régimen fiscal propicio para la inversión en activos  productivos, modificando la legislación actual, cuasi confiscatoria.
  • Facilitar el acceso a la financiación con líneas especiales de créditos a las iniciativas que pretendan traer a casa esta nueva industria.

Y, por supuesto, dejar de considerar al empresario como un tipo sospechoso para brindarle el merecido reconocimiento social.

Este que les propongo es un mero esbozo de un plan mucho más extenso y detallado que debería convertirse en objetivo prioritario de la acción de gobierno para los próximos años. ¿Qué les parece? Merece la pena,  ¿a que sí?

De corazón, les deseo una muy feliz Navidad y un venturoso año 2022.

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