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Razones para la esperanza

Puede parecer difícil titular así un artículo de prensa en las circunstancias actuales. Con el COVID-19 campando de nuevo por nuestras ciudades, Madrid y otras localidades españolas confinadas, la restauración condenada a muerte, el comercio minorista agonizando y la venta de automóviles, entre otros sectores, desplomada.

En este último sector, la matriculación acumulada en los últimos 12 meses ha pasado de 1.494.565 en octubre de 2019 a 1.069.730 a finales del pasado septiembre con una caída del 28,4 por 100.

Los indicadores macroeconómicos son igualmente pesimistas con un PIB en caída libre (18,5 por 100 en el segundo semestre y una estimación del gobierno en torno al 11,2 por 100 a finales de año), el déficit en torno al 11,3 por 100 , una caída del consumo en torno al 12,6 por 100 y los niveles de paro previstos por encima del 20 por 100 a finales de este año.

Con este cuadro macroeconómico sumado a la incertidumbre política, los ataques al modelo constitucional y las tensiones independentistas, parece temerario o irresponsable mostrar signos de esperanza.

Y sin embargo, toca hoy hacer una llamada enérgica a esa esperanza.

Una llamada basada en los cimientos sólidos de la sociedad española

España, a lo largo de su historia, ha pasado por vicisitudes y momentos críticos, pero siempre ha sabido superarse y salir adelante. Nunca como ahora los españoles hemos disfrutado de estándares de vida tan altos, nunca como ahora hemos disfrutado de tantos recursos para que nuestros hijos accedan a formación de calidad. Por mucho que algunos se empeñen en denostarlo, el sistema de sanidad pública española ha demostrado y sigue demostrando su fortaleza durante la todavía amenazante pandemia.

Estoy convencido de que, desde el reconocimiento de la gravedad de la situación actual, la sociedad española luchará para recuperar los niveles de prosperidad y la calidad de vida que disfrutábamos hace solo unos meses.    

Trasladando este análisis al entorno logístico donde nos movemos en este blog, el análisis sectorial, con sus luces y sombras, también invita a un optimismo razonable.

Siempre me ha fascinado el carácter transversal de la logística como actividad que refleja el estado de la sociedad y la economía españolas. Las perspectivas a corto plazo no son buenas pero es cierto que, en términos generales, tenemos una cadena de suministro potente y sólida como también se ha demostrado durante estos meses pasados.

Instituciones sanitarias, educativas y empresas han aprendido, han mejorado sus procedimientos de trabajo, han incorporado tecnologías, medios de protección adecuados y concienciado a las personas para desempeñar sus funciones de manera segura. Definitivamente, estamos mejor pertrechados para afrontar esta segunda ola de la pandemia.  

Cuando visito centros logísticos, constato cómo han cambiado los espacios de trabajo. En oficinas, mamparas, purificadores de aire, distanciamiento, geles y mascarillas están presentes, prácticamente, en el 100 por 100 de los casos. En almacenes y centros de distribución, la cartelería refuerza el mensaje. Comedores, vestuarios, servicios y otras zonas comunes han sido adaptados para proteger a los trabajadores.

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El president de la Generalitat y la consellera de Sanitat visitan el almacén de material sanitario.

La gestión del riesgo se ha impuesto y las empresas cuentan con planes de contingencia ante la posibilidad de contagios. La organización de equipos de trabajo autónomos y suficientes es ya una práctica común para limitar la interacción en plantillas grandes. Los descansos en los turnos se escalonan y espacian para evitar aglomeraciones en las zonas comunes.

A pesar de la incertidumbre y de las malas perspectivas para el corto plazo, me encuentro con empresarios y directivos que son conscientes de que el primer activo de sus empresas es el factor humano e invierten en su formación y protección. Eso que, con frecuencia, a muchos parecía un eslogan huero y vacío, se ha tornado en una realidad palpable.

Proteger adecuadamente a tu plantilla, dotarla de los medios necesarios para desempeñar sus tareas de manera segura y eficiente es, ahora más que nunca, una realidad, una necesidad en el día a día de la empresa.

Evidentemente, todavía quedarán excepciones que, por un malentendido sentido de la rentabilidad a corto plazo, no están dedicando recursos, más allá del mínimo legal, para proteger a sus trabajadores adecuando instalaciones, proporcionando EPI, formándoles, adaptando puestos, turnos y procedimientos de trabajo a las circunstancias actuales. Estas excepciones deben saber que este no es el camino y que ponen en grave riesgo la continuidad de sus actividades empresariales.  

En resumen, se ha hecho mucho pero queda mucho por hacer para salir de la situación en que nos encontramos. Revisemos nuestras cadenas de suministro, invirtamos en tecnologías, invirtamos en nuestras personas. Tenemos recursos, tenemos el conocimiento, tenemos la tecnología y, sobre todo, tenemos la voluntad de salir adelante todos juntos. ¿O no?   

culturaencasa: De los colores del tiempo de Fernando Fernán Gómez al sonido  más desgarrado de la “reina del jazz

Llegados a este punto recuerdo ese gran discurso (poco más de un minuto) del gran Fernando Fernán Gómez, el maestro Don Gregorio, en la película “La lengua de las mariposas”, que no me resisto a compartir con ustedes, amables lectores: “En el otoño de mi vida, yo debería ser un escéptico. Y en cierto modo lo soy. El lobo nunca dormirá en la misma cama con el cordero. Pero de algo estoy seguro: si conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en España, ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad. Nadie les podrá robar ese tesoro”. Nuestros padres lo consiguieron para nosotros. Preservémoslo para nuestros hijos.

Un abrazo y hasta el próximo, D.M. Cuídense.

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