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El futuro que nos viene

El pasado 21 de junio acabó el confinamiento en toda España y, a partir de ahí, comenzó una etapa diferente, caracterizada, según muchos expertos, por la presencia más o menos activa del COVID-19 en nuestras vidas.

Seguiremos conviviendo con el virus dichoso y esto condicionará, de manera decisiva,  nuestras vidas en todos los aspectos. Desde las relaciones interpersonales a la actividad económica nacional pasando por los hábitos de compra y ocio personales.

Se ha hablado mucho de la logística durante estos días difíciles. El pasado 20 de Julio, nuestro director, Ricardo J. Hernández, rendía homenaje emocionado a todos los héroes que, desde la logística y el transporte, han mantenido viva la cadena de suministro incluso en los días más aciagos. No puedo sino unirme y hacer mías sus líneas de sincero homenaje.

Toca ahora enfrentarse a una situación nueva, caracterizada por dos factores fundamentales: el temor a nuevos rebrotes y la cautela sobre la marcha de la economía.  La UE, en lo que ya se ha llamado el nuevo Plan Marshal, acaba de aprobar un ambicioso plan por valor de 750.000 millones de euros en préstamos y ayudas directas para favorecer la recuperación económica de sus estados miembros, de los que 140.000 millones corresponden a España.

Nada de esto servirá si nuestros líderes no definen un conjunto de planes coherentes, lo que ahora llaman una hoja de ruta, que devuelva la economía global y la española, claro, a los niveles de prosperidad y riqueza anteriores a la pandemia.

Un buen ejemplo de ello lo tenemos en la cadena de suministro, actividad transversal que penetra toda la economía nacional y que, por fin, ha sido reconocido por la sociedad como un sector estratégico.

¿A qué desafíos logísticos nos enfrentaremos en los próximos meses?

En primer lugar, debemos proteger a nuestros equipos, que han demostrado su gran talla humana y profesional, no bajando la guardia, manteniendo absolutamente todas las medidas de desinfección, protección y distanciamiento social en nuestros almacenes y vehículos de reparto y transporte.

Es cierto y lo afirmo en primera persona, que trabajar en un almacén con la mascarilla puesta, en pleno verano, supone un esfuerzo físico adicional importante; pero no podemos, no debemos, permitirnos la más mínima relajación en las medidas de protección porque el enemigo invisible nos ronda. Hace unos pocos días he vivido la tensión que se respiraba en el almacén de un cliente cuando un operario se tuvo que someter a un test PCR porque se encontraba mal. Las horas que transcurrieron hasta tener los resultados fueron de mucha tensión.

Sin embargo,  puedo asegurarles, queridos lectores, que la reacción de todo el personal de la empresa fue ejemplar: la dirección transmitiendo confianza en las medidas de protección adoptadas y preparando la puesta en marcha de los planes de back-up previamente establecidos.  El personal, con la preocupación lógica, mantuvo la operación en los estándares de eficiencia habituales. Finalmente, cuando supimos que todo había sido una falsa alarma, hubo alegría, en primer lugar, por el compañero afectado y, en segundo, por todos los que forman la empresa, sus familias  y los que, desde fuera, trabajamos con ellos. Les aseguro que, desde entonces, nadie, absolutamente nadie,  cuestiona la mascarilla, el uso frecuente del gel desinfectante y la distancia.

En segundo lugar, percibo el sentimiento que prevalece en el sector como una extraña mezcla de alivio, incertidumbre y cautela.  

Alivio, porque parece que lo peor ha pasado ya. Incertidumbre, porque la recuperación no será lineal. Durante los próximos meses sufriremos avances y retrocesos en la situación sanitaria con los consiguientes vaivenes en la economía. Y, por último, cautela, porque el horizonte que tenemos por delante, a pesar de la lluvia de millones que se anuncian a bombo y platillo, está plagado de nubarrones. ¿Cómo utilizarán nuestros gobernantes esos miles de millones?

¿Mejoras en las infraestructuras ferroviarias, en las carreteras y en el sector portuario? ¿Medidas de apoyo y estímulo, que no subvenciones ni subidas de impuestos, a los sectores más castigados por la pandemia?  El transporte por carretera anunciaba, hace unos días,  una caída de actividad entre el 20 y el 30 por 100. Puertos del Estado registró una caída de actividad del 25 por 100 en mayo. La venta minorista con muchas pequeñas y medianas empresas al borde del cierre. El sector HORECA con niveles mínimos de actividad, muchos autónomos con caídas de actividad superior al 50 por 100.

Este es el panorama que hemos de afrontar los logísticos en particular y la ciudadanía en general.

Sin embargo, en medio de tantos nubarrones amenazadores, surgen noticias esperanzadoras.  Día anuncia la construcción de una nueva plataforma logística en Toledo con una inversión cercana a 50 millones de euros.  El comercio electrónico se acercó a los 50.000 millones de euros en 2019 y ha seguido creciendo durante el confinamiento. Se anuncia la aprobación definitiva de Madrid Norte que generará una importantísima actividad económica en Madrid y su área de influencia.

A otra escala, compruebo con satisfacción que muchos de mis clientes siguen apostando, con prudencia, por la inversión en infraestructuras, nuevas y más modernas naves,  y tecnologías que mejoran la eficiencia de las operaciones.  

Hay un tejido empresarial muy dinámico que, aún en medio de un entorno turbulento e incierto como el actual,  apuesta decididamente por el futuro e invierte en personas, tecnología e infraestructuras. Y a ninguno he visto mendigando subvenciones. Sí piden que les dejen trabajar, gestionar sus negocios y empresas con  una carga fiscal justa y un entorno regulatorio razonable.

¿Creen ustedes que les llegará algo de esos 140.000 millones?

Les espero, D.M. a la vuelta del verano. ¡Felices vacaciones!  

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Victoria
Victoria
27/07/2020 14:20

Deseo que el futuro sea esperanzador, tal como planteas, y que se favorezca el trabajo y las iniciativas generadoras de empleo, que haya mejora en las expectativas de negocio para tantas pequeñas y medianas empresas que suponen el verdadero tejido empresarial de países como España y que los gobernantes, a todos los niveles, estén a la altura sin interferencias ideológicas.

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