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Sostenibilidad y cadena de suministros

La irrupción de internet en nuestras vidas ha generado multitud de cambios en todos los aspectos. Desde cambios en las relaciones sociales –basta tomar el metro a cualquier hora para ver cómo la mayoría de los viajeros se ensimisma en sus móviles con juegos o aplicaciones diversas- hasta en los hábitos de compra. Así, el comercio electrónico continúa imparable su crecimiento: según Statista, si en 2015 suponía el 7,4 por 100 de la venta minorista mundial, a finales de 2019 supondrá el 14 por 100. En este mismo análisis, eMarketer estima que, a finales del 2023, el 22 por 100 del comercio minorista se realizará a través de internet.   

Por otra parte,  la tendencia mundial a la concentración de la población en áreas urbanas  seguirá reforzándose, de manera que, si en 2018 el 55 por 100 de la población se concentraba  en áreas urbanas, según el Banco Mundial, esta  proporción crecerá hasta el 68 por 100 en el año 2050 según estimaciones de la ONU.

Queda, por último, añadir un tercer ingrediente a la coctelera: el comercio electrónico concentra una gran parte de su actividad en las zonas urbanas, donde el estilo de vida y los hábitos de compra imponen una gran presencia del comercio electrónico. Así, en el caso español,  Madrid y Barcelona acaparan entre el 40 por 100 y el 45 por 100 del comercio electrónico.  

Resumiendo: a) en los próximos años al menos 1 de cada 5€ de venta minorista será canalizado a través del comercio electrónico; b) las ciudades seguirán creciendo hasta acoger a más del 68 por 100 de la población mundial; c) el comercio electrónico se concentra en las grandes aglomeraciones urbanas.  

Logística “verde”

Si hay algo que caracteriza al comercio electrónico es, salvo en alimentación, el pequeño tamaño de los pedidos. Así,  solo en EE.UU., durante 2018 se enviaron 165.000 millones de paquetes a clientes de comercio electrónico según datos recolectados por LimeLoop, una startup norteamericana de packing reutilizable.

A la luz de estos datos, resulta urgente reflexionar sobre el impacto que tendrá el auge del comercio electrónico en la sostenibilidad de la cadena de suministro y, más concretamente, en nuestras ciudades. Y lo que es más difícil: en una sociedad donde lo que prima es el cortoplacismo, se hace imprescindible un análisis riguroso y a largo plazo para identificar y cuantificar los efectos negativos así como las acciones que han de ponerse en marcha para minimizarlos o, en el mejor de los casos, neutralizarlos.

Afortunadamente, la sociedad en general, el sector académico y el mundo empresarial están adquiriendo un compromiso creciente en temas de sostenibilidad y medio ambiente. Lejos de las histerias y los adolescentes profetas de calamidades, se desarrolla una labor de análisis e investigación sería y fértil que permitirá mejorar la sostenibilidad de la cadena de suministro en toda su extensión: desde la gestión de materias primas, los procesos productivos, la gestión de las instalaciones logísticas y, por supuesto, la gestión del transporte y la última milla.    

¿Qué pasa con la sostenibilidad?

Sin embargo, en el caso español existe todavía una gran distancia entre los cuatro grandes actores involucrados en la sostenibilidad: las administraciones públicas, el mundo académico, el tejido empresarial y el consumidor. Vayamos por orden.

Las distintas administraciones públicas se ven arrastradas por el corto plazo. Cada cuatro años, como mucho, hay elecciones y la improvisación, los bandazos y la falta de una estrategia seria más allá del marketing político, generan caos y confusión: tan pronto se anuncia el fin del diésel como se critica el vehículo eléctrico. Ellos… a lo suyo.

El mundo académico está empezando a interesarse por estos temas de sostenibilidad empujado, quizás, por la necesidad de disponer de estudios y datos rigurosos más allá de la propaganda interesada y los catastrofismos al uso. Sin embargo, sigue adoleciendo del tradicional problema de la investigación en España: la falta de puentes y sintonía con la industria. Siguen siendo la excepción los departamentos con programas de investigación en estos temas que, además, mantengan lazos de colaboración con empresas y asociaciones empresariales.

Vayamos ahora con los consumidores. Para empezar, confusión. Hay encuestas para todos los gustos. En general, el consumidor se muestra razonablemente concienciado con temas de sostenibilidad y medioambiente. Sin embargo, es reacio a comprometer el bolsillo.  Así, en el estudio “Otro consumo para un futuro mejor” que la UCU publicaba el pasado febrero, solo el 10 por 100 de los consumidores se mostraba favorable a asumir un sobrecoste por aspectos ecológicos, sostenibles o medioambientales en general.

El futuro de la sostenibilidad…

Acabamos, pues, nuestro rápido análisis con la empresa. Como ya he manifestado en otros artículos, cada vez se están haciendo las cosas mejor: crece el número de empresas que se imponen objetivos de mejora en la sostenibilidad de su cadena de suministro y muchas reportan resultados alentadores que, además, repercuten favorablemente en sus cuentas de resultados

En resumen, mientras que los cuatro actores antes mencionados no adopten una estrategia mínimamente coherente, seguiremos a expensas de las iniciativas que aisladamente vayan poniendo en marcha las empresas. Las tecnologías, desde el blockchain , la IoT y los avances en movilidad autónoma nos hacen intuir que hay luz al final del túnel, pero, entre unos y otros, estamos haciendo que éste sea oscuro, angosto, lleno de obstáculos y difícil de recorrer. Pero que no nos quepa duda: hay luz al final del túnel y merece la pena la aventura de recorrerlo.   

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