El actual sistema económico requiere de grandes cantidades de energía con una demanda creciente al ritmo que crece la economía global. Una energía que, de momento, aún es altamente dependiente de los hidrocarburos y del uranio. Como consecuencia, cada vez que se produce un incidente que afecta a la oferta de estas materias primas energéticas la economía se resiente, como prueba los momentos de inflación desbocada e incertidumbre que vivimos ahora. Por ello, tanto los expertos en energía como ilustres economistas advierten que no estamos ante un problema coyuntural sino estructural. La autonomía energética se vuelve más difícil.
La AIE (Agencia Internacional de la Energía) advierte en su último informe ya no de las emisiones de CO2 que provocan los combustibles fósiles, sino de su capacidad de extracción. La solución no está en el uranio, cuyas reservas también son limitadas.
Energía renovable más allá del cambio climático
La inexorable transición energética no es sencilla porque además de las barreras económicas y socioculturales que tratamos habitualmente en los foros del sector, existe el problema de las materias primas necesarias para su implantación; por no extenderme me remito al interesante articulo publicado por mi compañero de blog Ignacio Mártil, «Las Tierras Raras ¿el paraíso por venir?»
Seguro que todo ello dará para mucha investigación y que hablemos de las propiedades de nuevos materiales, como la perovskita (utilizada en paneles solares), entre otros, mucho más de lo que lo hemos hecho hasta ahora.
