Sesos, criadillas, riñones, hígado, callos, gallinejas, zarajos… si eres muy, pero que muy ecologista, bienvenido a tu nueva dieta cárnica. Abraza la casquería con pasión animal, porque la ciencia ha demostrado que aprovechar esas piezas, tan a menudo denostadas, es un modo eficaz y económico de proteger el medio ambiente. Ya veis, después de tanto escuchar que para reducir las emisiones nocivas a la atmósfera y ahorrar agua es preciso criar (y consumir) menos animales, resulta que la solución es la contraria: comer más carne. O más concretamente, comer TODO el animal.
En realidad, el primer estudio que habló de este tema no es nuevo. Titulado Tackling climate change through livestock – A global assessment of emissions and mitigation opportunities, fue elaborado en 2013 por la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación,
La novedad es que sus resultados han sido refrendados por otro estudio que llega a las mismas conclusiones tras analizar la industria cárnica alemana (Efficiency and Carbon Footprint of the German Meat Supply Chain) y la American Chemical Society se ha hecho eco de dichos resultados en su web este mes de abril, por lo que la noticia ha tenido más notoriedad.
En concreto, estas investigaciones concluyen que una buena solución para reducir el efecto de los gases invernadero es consumir por completo cada animal.
Casquería
La razón es muy simple. En caso de introducir la casquería en la dieta regular de la población, en lugar de desecharla en su mayor parte, se reduciría el número de animales sacrificados para generar el volumen de carne necesario, lo que redundaría en una disminución del 14 % en la emisión de gases de efecto invernadero.
Eso ubica el consumo de casquería en la segunda posición del ranking de medidas más eficaces para lograr hasta un 43 % de reducción en dichas emisiones. Ranking que es verdad que está encabezado por la reducción del consumo de carne (que no su eliminación); pero no es menos cierto que el resultado de la casquería ha sorprendido a los científicos. Y lo ha hecho tanto por el gran porcentaje que lograría bajar como por el hecho de ser más eficaz que medidas actuales más populares, como el cambio de la alimentación de los animales reduciendo el consumo de hierba y aumentando el de carbohidratos y grasas insaturadas, o la reducción de los desechos que se generan en hogares y establecimientos.
Eso, sin olvidar que, pese a su mala imagen, dichos productos aportan nutrientes muy beneficiosos.
Vamos, que en términos de defensa medioambiental ¡la casquería es el nuevo veganismo!
De aquí podemos sacar dos enseñanzas. La personal y la profesional.
Personal
Si te acusan de perjudicar el medio ambiente por comer un chuletón, ya sabes, la mejor defensa es añadir… “eh, que también me he apretado una cazuelita de callos y unas croquetas de queso y criadillas”. Y con eso, amigos y amigas, quedad tranquilos porque ya habéis cumplido con el medio ambiente.
Profesional
Aquí entramos en cosas serias. El sector cárnico está haciendo mucho para reducir sus emisiones a la atmósfera, pero no está sabiendo transmitirlo correctamente, por lo que ese esfuerzo no está redundando en su justa medida en generar imagen positiva.
Iniciativas para una gestión integral de purines y estiércoles o proyectos como el Life Beef Carbon de ASOPROVAC son algunos ejemplos de lo mucho y bien que trabaja la industria cárnica esta materia. Se están realizando tal cantidad de acciones que, me atrevo a decir, el sector cárnico se ubica muy por encima de otros, cuando no directamente en la vanguardia, en cuanto a preocupación y acción real en favor del medio ambiente.
Pero como decimos en Comunicación, lo que no se comunica no existe. Y por eso, mientras no llegue adecuadamente al gran público ese mensaje, el trabajo se estará realizando a medias… y continuaremos recibiendo ataques que bien podían ser respondidos con el aval incuestionable de las muchas acciones emprendidas; la enorme mejora lograda ya en términos de reducción de residuos; y la demostración, con estudios como el que protagoniza este blog, de que para mejorar el medio ambiente hay alternativas eficaces que no implican necesariamente la reducción del consumo de carne.
Y una vez que he echado mi habitual reprimenda por ese tiro al pie que se da la industria cárnica con su escasa dedicación a la comunicación, acabaré con un consejo más simpático.
Como defensores del medio ambiente que somos, recordad amigos del sector cárnico que tenemos un nuevo nuevo argumento y convirtámoslo en viral en Twitter, camisetas, tazas de desayuno para la oficina y soportes varios:
¡Para defender el planeta,
come criadillas, callos y mollejas!