Este post no quiere señalar al sinnúmero de organizaciones empresariales que inflige un trato despiadado y perverso a sus trabajadores. Eso daría para un volumen más grueso. En este quiero hablar de las que, siguiendo otra de las acepciones de la RAE para el término, van cambiando su propósito iniciático hasta perder el alma, su esencia intrínseca, aquella que alumbró su nacimiento. La reflexión que ya adelanté en mi perfil de Linkedin, me llegó después de leer la noticia de que FNAC se sumaba a Leroy Merlin, Ikea y MediaMarkt a la hora de vender placas solares.
Todas ellas nacieron respondiendo a una demanda evidente del mercado para acercar a públicos mayoritarios productos como los libros y discos, herramientas, soluciones de bricolaje o electrodomésticos. Hace años que la búsqueda rapaz de clientes ha viciado un modelo de comercio al que ya no reconoce ni la madre que lo parió. Con el entronizamiento del dios de la Omnicanalidad queremos vender desde cualquier espacio -físico o virtual- de todo a todo el mundo. ¿Es lícito? Desde luego si lo que está en juego es la supervivencia de la empresa. ¿Hay límites? Aquellos que ponen en riesgo el valor añadido de conocimiento que se le supone a cada empresa.
¿Todos podemos vender de todo a todo el mundo?
Para volver a pisar la tierra, sólo entiendo que una ferretería pueda vender placas solares si es capaz de ofrecer una experiencia de éxito a la altura del mejor de sus competidores en la comercialización del artículo en cuestión. Para vender el producto más apropiado, tener el conocimiento preciso y dar el mejor asesoramiento harán falta cuantiosas inversiones en personal, formación y resto de variables que habrá que detraer del negocio primigenio.

Como el que mucho abarca poco aprieta creo que desviarse del negocio original, en demasía, da lugar a proyectos fallidos que acaban poniendo en riesgo la viabilidad del conjunto de la empresa. En la mayoría de las ocasiones son tan sólo huidas hacia adelante que postergan el final.
No pierdan su esencia, no pierdan su alma. Y si la venden que sea al diablo y por el precio que vale.
Se puede comer un estupendo lechazo en Albacete en La Posadica. Por si las visitas a clientes les permiten saltarse los variados confinamientos.