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Aviones sin sombra

Aunque estamos a mitad de septiembre -casi efemérides del atentado de NYC- cada año me cuesta más recuperar la sombra después del verano. Como los aviones que solo la encuentran en el momento del aterrizaje; así estoy yo. Con las ruedas en tierra, pero la cabeza a pájaros. Todavía no pienso hablar de ferretería. Para que nadie se lleve una sorpresa. O eso creo. He leído en vacaciones un libro de Agustín Fernández Mallo, que se llama ‘Trilogía de la Guerra’. Aunque le han dado el Premio Biblioteca Breve del año, no lo recomiendo. Demasiado largo y, a veces, disperso para lo que cuenta; pero en la primera historia, la que transcurre en la Isla de San Simón, en Galicia, hay cosas que merece la pena conocer y sobre las que se puede reflexionar.

Que el silencio es un invento de los humanos; no existe en la naturaleza. ¿Nos ha ayudado a ser más creativos, a hacernos con la primacía en el planeta, abstraernos del ruido?

Que no hay mejor forma de refugiarse de las RRSS que la realidad. Tiren el móvil en vacaciones y, si pueden, también el resto del año. ¡Cuántos bípedos imbéciles haciéndose selfies en el Partenón antes de vislumbrar la historia a través de la mirada de las Cariátides!

Las fotos de madres escondidas; imperdible. En el XIX era habitual que las fotografías de niños de corta edad se hicieran en brazos de su madres, pero con estas tapadas con una cortina; las exposiciones eran prolongadas y era la única manera de que el niño se quedara quieto. ¡Absolutamente terroríficas!

Y, desde luego, las teorías sobre los hobbits de la Isla de Flores en Indonesia. Parece que, en entornos que sufren un aislamiento repentino y prolongado -hablamos de miles de años- y debido a la falta de recursos suficientes, se produce la jibarización de las especies más grandes: elefantes, caballos, hombres… y, por el contrario, el agigantamiento de los más pequeños: conejos, ratas, lagartos, etc… El Homo Floresiensis, cuya relación de parentesco con nuestra especie es evidente, no sobrepasaba el metro de estatura y los 25 kgs de peso en edad adulta. Su cerebro, además, era más pequeño de lo que cabía esperar para su estatura. Sin embargo, su ingenio y capacidad para la generación de herramientas no desmerecía el de sus coetáneos de otros continentes. Ha salido la palabra herramientas; me parece suficiente para arrancar el curso. Aquí empezó todo.

Un restaurante en Portovenere para celebrar la gastronomía italiana.

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MANUEL
MANUEL
14/09/2018 12:47

NYC, Agustín Fernandez Mallo, La foto, el homo floreciente ese…Javier, vuelve. Soy yo.

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