La foto que ilustra este post no es ningún expediente X; es mi sombra dibujada en un árbol, aprovechando los últimos rayos de sol después de la primera jornada de la feria que Gallega de Suministros Industriales celebró, la semana pasada, en Silleda. Es una alegoría perfecta de lo que sienten la mayoría de las empresas del sector ante las redes sociales. Reverencia y, a la vez, fascinación y temor ante lo desconocido. En buena parte de las reuniones con los equipos comerciales y de marketing se adivina un interés desmedido por el aprovechamiento de estas comunidades relacionales, más o menos abiertas, más o menos profesionales, para lograr vender más y mejor el producto. No es ajeno este sector, como el resto de los humanos, a las infatuaciones. Pero no hay que olvidar que estos profesionales son muchas veces los mismos que se ponen a construir páginas web sin haber decidido, siquiera, si la venta on line incluirá o no al consumidor final. O son ustedes verdaderos especialistas en el arte de hacer muecas y, además, son capaces de viralizar el vídeo en el que se graben por todo el planeta o mejor inviertan tiempo y dinero en recursos más contrastados. Cuenten con buenos productos con una gran relación calidad/precio, pongan el foco en sus clientes y cuiden a su red comercial.
Antoine Griezmann, copiando un experimento de la NBA, ha desarrollado durante varios meses un serial a través de Twitter e Instagram en el que ha traído de cabeza a sus 20 millones de seguidores hasta encerrarles y enfrentarles a su Decisión en un programa, además, vendido a un canal de televisión. Miserable que, cada vez, que respiraba a través de las RRSS obligara a sus followers a tragarse una cuña de Gillette o H & S. De momento parece haberle salido bien, pero su reputación ha salido mal parada hasta entre los que somos del Aleti; no quiero ni pensar lo que opinarán los del Barça.
Es tan solo un ejemplo de lo difusas que son todavía las estrategias en estas disciplinas y las dudas que suscitan sus consecuencias teniendo en cuenta que el panorama se renueva cada pocos meses.
Un guiso de rape y vieiras del restaurante Tito Cierto en Santiago de Compostela merece altavoz. El gallego que nos lo descubrió prefiere pasar desapercibido. ¡Qué raro!
