En los ocho años en los que llevo asomándome a esta ventana mediática en más de una ocasión se me ha ocurrido abrir una sección dedicada a las ferreterías singulares. Ha sido siempre un proyecto arrumbado porque sería una lista sinfín; no hay dos ferreterías iguales, solo negocios parecidos. La consideración lleva aparejada una reflexión. ¿Y si en esa diversidad, en esa heterogeneidad, estuviera la fuerza de la ferretería tradicional? Desde las cadenas de distribución tradicionales abogan por la estandarización y, con éxito dispar, no paran de lanzar el mensaje de que la uniformidad, la homogeneidad ayudaría a pelear contra el modelo de negocio de las GSB. ¿Y si fuera al revés?
Carlos Gamero, propietario de Ferretería Gamero en el madrileño barrio de Villaverde, me cuenta cómo su negocio nació con el barrio y a ese entorno se ha adaptado durante sus más de 50 años de vida. “Nuestra ferretería solo se entiende si ponemos a los vecinos del barrio en el centro del modelo de negocio; no vendemos nada, somos solucionadores de problemas”, asegura Carlos. Con ese espíritu de adaptación se decantaron en octubre pasado por modernizar su fachada encomendando un grafiti al artista Israel Rodríguez
Las fotos dan buena muestra de lo acertado de la decisión con la ventaja añadida que, cuando estos trabajos están firmados, son intocables para los demás artistas urbanos.
Ferretería Gamero, con la tercera generación de la familia a los mandos, cuenta con 100 metros cuadrados y está especializada en cerrajería; forma parte de la la cadena de distribución Ferrymas, de Coferdroza y para la cooperativa maña, Carlos, solo tiene buenas palabras. “Entramos por José María Salvador y siempre cuento con el apoyo del grupo a todos los niveles. Para mí son un socio imprescindible para mi negocio”. ¿Por qué Coferdroza teniendo en cuenta que no son los más cercanos? “Son los únicos que han venido a verme”, apostilla.
Como he estado en La Habana y quiero vacilar de ello, esta quincena un restaurante cubano: 5 sentidos. ¡No vean la de cosas que podríamos vender allí los españoles si los compañeros desterraran de una vez por todas la distopía caribeña!
