La pregunta emergió rotunda en medio de una negociación, en esas conversaciones previas de tanteo que siempre rodean al verdadero objeto de la entrevista. Fue en la provincia de Madrid y el responsable comercial de la empresa la formulaba hacia su director general y yo mismo. ¿Compráis en Amazon? En tono desafiante. Respondimos, obviamente, que sí y nos afeó la conducta.
“Creo que Amazon y el resto de plataformas de comercio online están poniendo en riesgo el modelo de ventas tradicional y amenazando nuestro negocio; debemos ser consecuentes y no comprarles nada y contarlo bien alto a todo el que quiera escucharnos”.
Para este profesional, además, el colmo de la infamia “era informarse en los formatos físicos a través de los profesionales más cualificados y realizar la compra a golpe de click en cualquiera de estos formatos online”.
Me ha costado varios días de reflexión y al argumento le encuentro muchas grietas en un entorno cada vez más global, al margen de preguntarse el verdadero efecto que tendría la medida entre una población en la que apenas quedan estratos que no compren en internet. Prácticamente los niños de pecho; y, no estaría de más, conocer las ventas de pañales en Amazon impulsadas por el cólico del lactante.
Cuando pienso en mi comportamiento frente a la problemática quiero creer que, como usuario final, tiendo a utilizar más la compra online para productos en los que la experiencia de compra me aporta poco y estoy determinado por la ecuación tiempo/dinero. Quiero el mejor producto invirtiendo la menor cantidad de tiempo y dinero. Pragmatismo a ultranza.
Sin embargo, cuando la compra está más cercana a un hobby que a una necesidad, entonces me decanto por los puntos de venta tradicionales y el placentero y enriquecedor contacto con mis iguales. ¿Hay algo más embriagador que comprar un buen vino después de haber visitado una bodega y haber hecho una cata?
Por cierto, la empresa en la que surgió la conversión lleva varios años vendiéndole a Amazon. Un restaurante en L’Hospitalet. Sucapa, muy cerca de Ceys.
Hola. Muchos comercios tradicionales harían muy bien en dejar de mirarse el ombligo ya sean pequeños o pequeñas cadenas (ferreterías, iluminación, suministros de fontanería, etc…). Vivo en Madrid, por lo que tengo una amplia oferta de todos ellos, pero hay unos cuentos que ya he decidido no pisar más. Prefiero comprar en esos establecimientos que en grandes cadenas tipo Leroy Merlin o por internet, aunque por internet lo habitual es que el precio sea sensiblemente menor (y no hablemos de Amazon). Esos pequeños establecimientos tradicionales mantienen muchos puestos de trabajo, personal una de cuyas misiones consiste en aconsejar al cliente, tratarle con amabilidad y ofrecerle alguna opción si no disponen de lo que el cliente busca. El futuro es el comercio en línea y ya está aquí, si el comercio tradicional no ofrece un valor añadido que nos anime incluso a pagar un poco más, desaparecerá. En algunos de estos establecimientos te atienden empleados resabiados que te miran con cara de superioridad, te tratan poco menos que como idiota y te dejan con un “eso no lo tengo” y si se te ocurre preguntar si conoce de algún sitio donde poder encontrarlo te echan una mirada desafiante. Y eso que… Leer más