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Catalíticas, braseros y estufas de pellets: involución.

Soy de la quinta del 66, ese fue el año en el que a los norteamericanos se les cayeron 4 bombas atómicas en las playas de Almería. Las que nos mostraron el culo gordo de Fraga embutido en un Meyba en la pantalla en blanco y negro del televisor. En mis años de adolescencia, en los meses de invierno, no era extraño despertarse con la noticia radiada de que una mala combustión o un accidente de una estufa catalítica o de un brasero habían causado víctimas. Desde entonces y, coincidiendo con la modernización del país, llegaron el propano, el gas natural y otras fuentes de energía que nos calentaban con una dosis de riesgo ínfima. Parecía que las letales estufas de gas habían pasado a mejor vida hasta que la última crisis y las facturas del gas y de la electricidad las devolvieron al centro del terreno de juego. En un viaje a Salamanca de hace varios años ya me alertaron de la vuelta masiva de este producto; hablamos,  todo hay que decirlo, de modelos de llama azul, algo más seguros y, casi siempre, de importaciones.

Pocos días atrás se ha celebrado en Valladolid la feria Expobiomasa que ha contado con 564 expositores y más de 16.000 visitantes profesionales. Todo un éxito en honor a las estufas de pellets. No somos capaces de calentar nuestras viviendas con métodos tecnológicamente más avanzados porque los sueldos no llegan. Las catalíticas se vuelven a adueñar de las viviendas normales y las estufas de pellets de los adosados. La regresión nos devuelve a los braseros y calefactores; igual que los Porsche Cayenne circulan cada vez más sin dibujo en las gomas por las calles, nuestras viviendas, pagadas a precio de oro, tienen que recurrir a modelos del pasado para no tiritar de frío. Debemos estar a punto de descubrir otro episodio de corrupción en el que las tarjetas black de los directivos asuman los gastos de energía domésticos.

Para padres con adolescentes en edad de comer, esta quincena un restaurante de comida americana alejada del fast food: Alright, cerca de la Vaguada. Magníficas hamburguesas y pausa en la cocina. Tardan 8 meses en macerar la salsa barbacoa y 48 horas en hacer a fuego lento unas clásicas costillas.

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