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Led y tomates raf, productos desvirtuados…

y maltratados por el mercado. Ni he perdido el norte ni en Grupo C hemos inaugurado, todavía, una sección dedicada a la horticultura, aunque los tomates o, al menos sus semillas, están cada vez más cerca de nuestro negocio. En Iberflora/Eurobrico, a primeros de octubre, volveremos a testar la fortaleza del huerto urbano.  Quizá ando todavía un poco confundido por el período vacacional, contaminado del salitre del Mediterráneo y de la galvana estival.

De lo que quiero hablar en este primer post del curso es del reportaje sobre LEDS que hemos hecho en la edición de Julio de Cuadernos de Ferretería y Bricolaje.

Para la realización del estudio de LEDS hemos contado con la colaboración de Ignacio Mártil, doctor en Física y catedrático de Electrónica de la Universidad Complutense de Madrid. En una sucinta explicación me ha aclarado las diferencias entre las bombillas convencionales, las de bajo consumo y los led (del inglés light emitting diode), el porqué de su elevado precio y las ventajas, cuando se utilizan los materiales apropiados y se fabrican por marcas serias, de su compra.

Aquí es dónde vuelvo a la ensalada; porque el tomate y los led tienen vidas paralelas. La variedad raf que, desde Almería llegó a los mercados a finales de los 90, tenía un precio entre cuatro/seis veces superior al de un tomate convencional, no era fácil de encontrar y su sabor justificaba el precio. Ahora en las fruterías la gran mayoría de los tomates tienen el apellido raf, parte de su precio y casi nada del sabor original.

Los led están fabricados con semiconductores y dependen de elementos químicos, casi siempre nitruro de indio y galio, escasos en la naturaleza y de purificación complicada. Además funcionan con corriente continua por lo que cada lámpara debe llevar un circuito electrónico que le adapte a la corriente alterna doméstica. De ahí su coste. La inversión merece la pena por la eficiencia energética a corto plazo y por el rendimiento infinitamente superior en número de horas en el largo plazo. Es básica la formación del prescriptor para convencer a un consumidor escaldado, la utilización de un packaging sencillo y clarificador y, desde luego, la honestidad de los distribuidores. La aparición de una holgada horquilla de precios en esta familia de productos evidencia que hay varias divisiones de led y éste mensaje confunde al comprador y acaba desvirtuando el producto. Si alguien paga 20 euros por una lámpara led y le dura 6 meses con un uso normal se convertirá en un apóstol del producto de bajo precio; si encima es un elemento activo y ducho en redes sociales, se encargará de denostarlo desde cualquier atril con acceso a la red. En resumidas cuentas el led debe demostrar su apellido.

Como establecimiento recomendado –es hotel y restaurante- me voy en este post a Ferrara para ensalzar el Principessa Pio. Agriturismo de categoría que dicen los transalpinos. La variedad de uva Sangiovese me ha reconciliado con el vino italiano. Sabiendo de las relaciones tradicionales entre los fabricantes italianos y la distribución española seguro que a alguien le viene bien la sugerencia.

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