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Sonrisas y lagrimones

Por Javier BarrioDirector comercial del área de Ferretería y Bricolaje

Las primeras deberían formar parte del rictus de todos los que tienen que dar la cara al público en los comercios; los segundos los que resbalan por mis mejillas cada vez que me acuerdo de todos los negocios que van a cerrar porque, además de hacer las cosas regular, le ponen cara de bulldog al cliente.

El escrito está en mi cabeza desde tiempos pretéritos; supongo que desde la primera afrenta. La semana pasada un establecimiento de restauración cercano al Parque Natural de las Dunas de Liencres, en Cantabria, se esforzó en rescatarlo de mi memoria. Casi con fórceps; se lo juro. Les cuento la anécdota. Desde hace varios años doy pedales con un amigo y una amiga por los paisajes de España. Primero fue el Camino de Santiago y, este año, hastiados de penitencias, hemos hecho una ruta desde Santander a Villaviciosa intentando apartarnos lo menos posible del Cantábrico. Con alforjas, buscando esa mezcla de deporte, turismo, amistad, gastronomía, cultura, etc…

Después de cuatro horas de bici y de constatar que, cuando el esquivo sol alumbra las playas del norte, no hay paraíso más cercano, llegamos en éxtasis al chiringuito-restaurante del parque dunar. Serían las 12 horas y decidimos repostar con rabas, sardinas y cañas de cerveza. Dos amplias terrazas flanqueaban el establecimiento y a esa hora estaban vacías; una camarera del este –con ese aspecto marcial que sólo pueden tener las mujeres de la Europa excomunista- nos explicó cómo debíamos colocar las bicicletas por si, repentinamente, la terraza se llenaba. Accedimos a la reubicación, nos tomaron la comanda y nos sentamos plácidamente frente a un mar Cantábrico amaestrado. A la vez que la teniente hostelera nos servía el pedido y la cuenta -28 pavos- , el dueño del negocio –por sus dotes de mando no podía ser otra cosa- comenzó a vociferar desde la ventana que qué hacían allí esas bicicletas. Acto seguido nos dijo que teníamos que ponerlas fuera. Le explicamos que en las alforjas estaba todo nuestro equipaje y que necesitábamos tenerlas a la vista. Como no cejaba en su empeño nos levantamos y nos fuimos; sin comer, beber, ni pagar. Una cohorte de empleados ociosos nos hizo pasillo y como me habían jodido la mañana les deseé un cierre express del negocio agarrado al manillar de la bici. Las terrazas seguían vacías; eso sí, se mostraron orgullosos de haberse salido con la suya.

De cara al público hay que ser flexible y simpático. Si algún ferretero se ve retratado que se lo piense; lo mismo para esos fabricantes que exponen en las ferias con stands almenados y pasean cual cancerbero cabreado por la entrada. Cuando les preguntas encima dicen que no entra nadie.

Hablar sobre los funcionarios que ejercen en la ventanilla de cualquier negociado daría para una novela más que para un artículo.

Feliz verano.

 

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Gabriel rueda
Gabriel rueda
06/07/2013 11:55

Hola, totalmente de acuerdo en tu comentario de como se debe ser de cara al publico. Este comportamiento es muy habitual en sitios donde la competencia brilla por si ausencia. Luego se quejan de porque profieran los chinos. De monento hay se han quedado si dos clientes gracias a su falta de empatía con vosotros. Gracias.

Bricolaje y ferretería
Bricolaje y ferretería
21/11/2012 14:26

Si, la verdad es que estos articulos dan gusto leerlos, sigue así!

ROCIO PAJARES SALINAS
ROCIO PAJARES SALINAS
30/07/2012 23:03

Eres buenísimo!!! Me encanta leer tus articulos. Sigue siendo así, libre, culto y claro con la pluma!

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