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La invasión silenciosa llegó en contenedor

Por Javier BarrioDirector comercial del área de Ferretería y Bricolaje

Paseando a largos trancos por la madrileña Arturo Soria, cerca de la oficina, entre las copas de árboles, ahora sí plenos de savia y vestidos de fiesta, me encontré de sopetón con la bandera de la República Popular China. El rojo restallaba sobre el azul del cielo y me sobrecogió la angustia; ¿y si la invasión silenciosa había devenido en escandalosa ocupación?. Al acercarme, la placa que anunciaba la embajada asiática consiguió ahuyentar la incertidumbre pero me hizo preguntarme por las intensas relaciones entre el canal tradicional/bricolaje y el gigante oriental. Por ponerle fecha de inicio pregunté a Juan Manuel. “La primera vez que oí hablar de China en el negocio fue a Adrián Martínez Albornoz –padre- en el año 85 y con la firma de bricolaje SAVE”. Casi treinta años después todas las familias de productos cuentan con un fabricante español que viaja a China a importar buena parte de su producción, todas las cooperativas han fletado contenedores de rápido beneficio que han truncado la fidelidad al proveedor y muchos empresarios han recuperado competitividad manufacturando directamente desde la antigua Catai.

De allí llegaron contenedores que desangraron industrias nacionales otrora boyantes. Todos los productos de escaso volumen y fácil copia, fueron erradicados de la fabricación nacional. ¡Que se lo digan a los manilleros!

En sucesivas ferias de Colonia he visto a los chinos disparar fotos por doquier y comer en cuclillas sus cestitos de arroz al abrigo de sus stands modulares.

Juan Roig, propietario de Mercadona que el año pasado contrató 6.500 trabajadores, ensalza la “cultura del esfuerzo del pueblo chino que ha logrado que en España funcionen 7.000 bazares”. Lo dice un comerciante. El último en mi pueblo se llama HIPERBUENAMENTE. Para nuestros amigos de ojos rasgados el nombre, la marca, no influye en la viabilidad del negocio. Javier Solana en el Congreso de Ehlis dejó claro que los mejores tiempos de Europa pertenecían al pasado. Que se había acabado para los europeos lo de llenar la panza expoliando al resto del planeta.

El futuro está claro: los chinos quieren poner un poco de pollo en su dieta y nosotros tenemos que comer menos ternera y más arroz. Quizá todos, trabajadores y empresarios de esta España cañí que sestea de fiesta en fiesta, debamos trabajar un poco más y un poco mejor. Por cierto, lo de cañí no va por el Sur si no por la pandereta; no hay región de España que se libre de esta inoperante calamidad.

No vamos a echarle la culpa a Marco Polo por haber inaugurado la ruta de la seda. Ellos vienen ahora porque nosotros fuimos primero.

 

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Carles Martínez
Carles Martínez
10/05/2012 07:08

No todo lo hemos hecho mal y ellos bien, lo que si es cierto que lo que peor hemos hecho con China es dejar entrar de todo sin poner pegas. Me explico, por ejemplo en nuestro sector alimentario, que es de los sectores que exportan a China, les ponen pegas en permisos, palets fumigados, normas del país… Aquí, en cambio, todo vale, si lleva un sello CE ya puede pasar, sin que nadie se preocupe de si cumple la más mínima norma de seguridad (ya no hablemos de normas ambientales o similares), los palets (si llevan) vienen cómo les da la gana (así nos llegan enfermedades y plagas nuevas y normalmente muy agrsivas) y después nos quejamos de que nos no va bien en nuestro país. El único sector que se libra de esto es el de juguetería y no del todo, por la alarma social que conlleva. Javier, si nos plantearamos competir en un mínimo de igualdad de oportunidades (cómo hacen en la mayoría de paises “civilizados” europeos) el hundimiento de producto nacional por parte de producto chino muchas veces que incumple cualquier norma española o europea (si las hay), no sería tal ya que aún quedamos (pocos pero… Leer más

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